Viernes 5 Noviembre

Lucas 16, 1-8

 

~ Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas ~

 

Con esta parábola, Jesús inaugura una serie de enseñanzas sobre la relación que debemos tener con el dinero y con los bienes de la tierra.

 

Al presentar a este administrador ––que está a punto de ser despedido por su gestión fraudulenta de los negocios de su amo––, no nos lo ofrece como modelo a seguir en su injusticia, sino para admirar su astucia previsora. En tal caso, Jesús nos propone modificar nuestra conducta ventajosa con los demás y con Dios, y dar paso a una relación más justa y de fraternidad. Más aún, a pensar la vida futura sin las seguridades que nos proporciona el ejercicio del dinero.

 

Teniendo en cuenta los usos de la época, entendemos que la reducción de la cifra en el recibo no significó fraude al dueño, sino la renuncia a la propia comisión.

 

Traducido a las categorías de nuestro tiempo, lo mejor es que repensemos cómo estamos administrando los bienes naturales y sobrenaturales que hemos recibido de Dios. Si queremos vivir como hijos de la luz, hemos de salir del juego en el que muchas ocasiones nos encontramos: entre Dios y el dinero.

 

¿A qué comisión o ganancia estaríamos dispuestos a renunciar con tal de asegurar una vida futura estable y en una comunidad de la que no seamos excluidos?

 

Es probable que muchos de los que nos acercamos a este Evangelio despertemos a la conciencia de estar trabajando solo para algo caduco. De ser así, en este despertar levantamos la vista a un horizonte mayor, en el que alcanzamos a ver una luz inigualable de libertad, verdad, justicia y paz. Ese es nuestro futuro, el cual no alcanzaremos si permanecemos con la cabeza gacha y la mirada sobre las cuentas de nuestras economías.

 

Cuando vivimos para el servicio del dinero, excluimos a los demás; si modificamos esta conducta y trabajamos por quitarle lo injusto al dinero, es decir, lo distribuimos sin tanta usura y lo compartimos con los que lo necesitan para crecer en dignidad, estaremos siendo astutos y previsores para una nueva vida en que las categorías de nuestra moneda no funcionarán.

 

¡Administremos la vida con astucia, el futuro llega más rápido de lo que parece!

 

Oración:

Señor Jesús, gracias por confiarme la administración de mi vida y del servicio que debo a los demás. Ahora me doy cuenta de que no he sido un buen administrador. Reconozco los excesos en las comisiones materiales y de relación que he cargado sobre los demás. Ayúdame a administrar con más justicia lo que me has dado: mi vida, mi profesión y mi familia. Y dame el tiempo necesario para cambiar de conducta y reprogramar mi administración de futuro.

 

Permite que junto con los míos, en casa, apostemos siempre a generar bienes para quienes encontramos en nuestro entorno; y que gocemos, ya desde ahora, de la libertad, la alegría y la paz que da una buena administración de nuestras vidas. Amén.

 

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