17 Enero
Marcos 3, 1-6
~ Jesús dijo al hombre: “Extiende la mano” ~
Jesús reincide en la violación del precepto sabático, sabiendo que después de una primera advertencia (2,24), vendría la pena de muerte. Jesús se mantiene firme en la interpretación inteligente de la ley y de sus principios, arriesga la vida por el bien.
Cuando pone al centro al hombre de la mano paralizada, intenta persuadir a los fariseos. Les pone al centro la realidad del pueblo al que dirigen: un pueblo enfermo, al que el precepto lo inutiliza en lugar de ayudarle para alcanzar a ser imagen de Dios; el hombre necesita su brazo para dominar la tierra, trabajarla (como en el designio de Gn 1,28; 2,5)
Jesús no es simplemente un rabino reformador que deseaba hacer la vida más fácil a los hombres (Cf Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret” I, Pág. 49), sino el Hijo de Dios que reivindica la inteligencia de Dios sobre la ley, y la autoridad que le viene de Él, para liberar personas.
En resumen, Jesús arriesga su vida, se llena de ira por el daño indolente que las instituciones causan al pueblo, y de tristeza porque las autoridades están ciegas a la verdad. Demuestra así, que el valor supremo es el bien del hombre.
¿Cuánto hace que no decido a favor del bien, a pesar de la controversia o de la condena?
A veces no es sencillo, pero hay que intentarlo.
Oración:
Señor Jesús, qué difícil definirme como tú, si considero que no estoy solo, que mis decisiones repercuten en mi familia; y, a la vez, qué atrayente vivir una libertad como la tuya, sacudirme el miedo a los que dominan e intentar las veces que sea necesario, persuadirlos de liberar del yugo opresor.
Permite que nosotros, como familia, cuando llegue el momento, arriesguemos la vida por el bien, sabiendo que no la perderemos, si tú no lo permites. Amén.