Lunes 21 Febrero
Mateo 9, 14-15
~ Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto
los amigos del novio,
mientras el novio está con ellos? ~
El ayuno de Juan y de sus discípulos es propio de quienes esperan al salvador. Jesús es la realización plena de esa expectativa. A los discípulos de Juan les viene bien ayunar; a los de Jesús no.
Jesús ve su convivencia con los discípulos como un banquete de bodas. Está esbozando la idea de la nueva alianza de Dios con su pueblo —Jr 31,31-34—, donde debe haber amistad, alegría, paz y libertad. En este caso, el ayuno, las expresiones de tristeza y demás prácticas de disciplina son incompatibles con la presencia de Jesús.
Para nosotros es distinto. Aunque ya gozamos del novio ––Jesús––, nos viene bien la disciplina cuaresmal. De manera particular el ayuno, porque nos permite valorar en su justa dimensión los dones que hemos recibido por misericordia de Dios.
La ascesis, que los discípulos de Jesús no debían tener, a nosotros nos ayuda hoy. Necesitamos del ayuno y prácticas de mortificación como armas espirituales. Sobre todo si reconocemos que hay apegos desordenados que nos vulneran. Privarnos, por propia voluntad, de los placeres del alimento y de otros bienes materiales nos posibilitará, como nuevos discípulos de Jesús, crecer en madurez y en amistad con Dios y con los demás.
Probemos en familia el ayuno, el uso sobrio de nuestras palabras, el alimento, la bebida, el sueño, los juegos, el silencio, la oración… y veremos que con ello, se fortalecen nuestro carácter y nuestra vida interior.
Oración:
Señor Jesús, gracias por no exigirme un ayuno ritual; gracias por invitarme a vivir mi relación contigo como un banquete de bodas, en alegría y amistad.
Recibe mi ayuno y el de mi familia como un don de nuestra persona hacia ti, como una ofrenda del amor que te profesamos y de nuestra contribución a tu boda real. Amén.