Martes 6° Pascua. Juan 16, 5-11

~ “Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿Dónde vas?’, sino que por haberles dicho esto sus corazones se han llenado de tristeza. Pero yo les digo la verdad: les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, se los enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me verán; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado”. ~

Ante la inminente partida de Jesús, los discípulos están tristes. No logran comprender la muerte como ida al Padre.

Es posible que para nosotros, ahora resulte más claro este “ir al Padre”, salir de este mundo y entrar en Dios. ¡Se ha dicho tanto de nuestra vida futura! Y, sin embargo, igual que aquellos primeros, vivimos esta esperanza con cierta dificultad.

En el fondo resplandece el Espíritu de Jesús. Él hizo más clara y mantenida la presencia de Jesús entre los discípulos; no como presencia corporal, sino como entendimiento y sabiduría. Hemos de comprobar que en eso somos contemporáneos con los primeros discípulos.

Por otro lado, es natural que mientras los discípulos siguieran apoyándose en la presencia física de Jesús, no aprendieran a asumir su propia responsabilidad ni a ser adultos en la fe, como para tomar sus propias decisiones. Así se entiende mejor la expresión de Jesús: “Les conviene que me vaya…”, porque de esta manera pueden actuar por sí mismos, bajo la influencia del Espíritu.

Nosotros necesitamos actuar bajo el impulso del Espíritu, como personas adultas en la fe, que pueden dialogar con Dios y con el mundo; y hacernos cargo de nuestras responsabilidades temporales y eternas.

Por lo demás, resulta un gozo inmenso, para quienes creemos y vivimos en Dios, mantener esta inteligencia suprema de estar en camino. Bajo la influencia del Espíritu nos acercamos al encuentro final y pleno de Dios en el Padre de Jesús y Padre nuestro. Es Él quien, en su misericordia infinita, nos devuelve todas las veces al camino de la verdad y de la luz… porque nos ama.

Releamos nuestra historia de amor en Dios, y recordemos las veces en que vivimos bajo la influencia de su Espíritu; seguramente son los momentos en que hemos tomado las mejores decisiones de nuestra vida. Es aquí cuando el mundo… termina juzgado.

Oración:
Señor Jesús, me produce gozo experimentar tu presencia plena a través de tu Espíritu divino. Recién reconozco tu huella en los momentos más importantes de mi vida. Tú has sido mi inteligencia y mi plenitud de amor; has estado en mis mayores proyectos y me has dilatado hacia otros mejores.
Gracias por el don de mi familia. Permítenos hacer vida de fe y de esperanza en el amor que nos tenemos, y llegar contigo al Padre al final de nuestros días. Amén.

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