Viernes 7 Agosto
Mateo 16, 24-28
~ Si uno quiere salvar su vida la perderá;
pero el que la pierda por mí, la encontrará ~
Las condiciones para seguir a Jesús ––renunciar a sí mismos, cargar con la propia cruz y mantenerse en el camino–– nos suenan extrañas y lejanas en la actualidad, sobre todo porque vivimos en un mundo que propone justo lo contrario: asegurarse en sí mismo, extender las posibilidades de la vida física y el gozo máximo y sin limitaciones de todo cuanto se pueda, con absoluta libertad.
Podríamos interpretar este Evangelio como algo pasado de moda, incluso ridículo e intolerable. Y pensar, en esa línea, que las condiciones para seguir a Jesús son esclavizantes; pero, si lo meditamos bien, no es así. La propuesta de Jesús, con todo lo radical que parezca, no nos pide renunciar a vivir esta vida para alcanzar la otra, ni despreciar los valores humanos y materiales del mundo para poseer los bienes espirituales; lo que sí nos pide es aprovechar esta vida y orientarla a la vida superior que nos ofrece. En este sentido, lo que en verdad esclaviza es vivir sin un horizonte trascendente de la propia vida. Si nos cerramos a nosotros mismos desde la temporal propuesta del mundo, ¿no estaríamos empobreciendo nuestra identidad y vocación más profundas?
Lo primero es venir con Jesús; implica darle una adhesión inicial; darnos la oportunidad de creerle, antes de que todo pase. Luego, negarse a sí mismo, la primera condición para seguirlo; por más que nos parezca descabellada, es una ley universal de nuestra vida; quien no aprende a quitarse del centro para amar y servir a los demás, no ha aprendido nada de la vida, del ser humano ni de Dios. Sin embargo, aquí se trata de renunciar a toda ambición personal ––que normalmente es pobre–– para vivir el proyecto de Dios ––que es mayor y trascendente respecto de cualquier cosa que uno pueda lograr por sí mismo––.
La segunda condición parece también imposible. Sin embargo, querámoslo o no, nadie escapa de cargar su propia cruz. Quien la carga sin una mirada de fe, padece su sufrimiento y reniega, a diferencia de quien sigue a Jesús, que carga la cruz por amor; y así, la carga se hace ligera.
¡Ánimo! ¡Carguemos con alegría! Hay un universo insondable de amor y libertad por recorrer si aceptamos las condiciones para seguir a Jesús.
Oración:
Señor Jesús, aunque gran parte de la vida me he puesto en el centro de mis relaciones, haciendo valer mis ideas y necesidades; y por más que he pretendido ocultar mi sufrimiento, reconozco que con esa actitud no he logrado gran cosa. Al escuchar tu Palabra, siento vergüenza porque me descubro egoísta y pobre para amar. Ayúdame a vivir la vida desde los hermanos que tengo enfrente; sobre todo, los míos: mis familiares y amigos. Que me atreva a cargar mi cruz y, si llega el caso, ayudar a cargar la de mis hermanos. No quiero perder mi vida, no quiero perder mi alma.
Permite que junto con los míos, desde nuestro hogar, recuperemos la vida una vez que te la hayamos entregado. Que seamos sensibles al sufrimiento de los demás y estemos dispuestos a sacrificar algo por quienes más necesitan; y que carguemos esta cruz ligera con alegría. Amén.