Sábado 1° Cuaresma. Mateo 5, 43-48.
~ En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que les persigan, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si aman solo a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial. ~
Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, era un principio esenio (cf. Sal 139,19-22), Jesús quiere sacarnos de los usos de la sociedad; estamos llamados a proceder como hijos de Dios, que no discrimina a nadie. Él hace salir el sol sobre todos.
Lo que hace perfecto al ser humano, no es la sola observancia de la ley, sino su semejanza al Padre Dios en la manera de amar.
Y es que la voluntad de Dios no se agota en ley escrita, va más allá, incluso en lo más profundo de nuestra conciencia. Se trata de un llamado a la obediencia, por la fe. Si los pensamos bien, es verdad. Si modificamos nuestra actitud y trato con los demás, incluso con nuestros enemigos, encontraremos descanso en el amor. La perfección a la que nos llama Jesús, es la santidad que viene de amar gratuita y generosamente, en el entendido de que cuanto existe y cuantas personas habitan la tierra, son amados por Dios.
Amar a nuestros enemigos, no es fácil, pero hemos de esforzarnos, tomando en cuenta que también a ellos los ama Dios; que está en nosotros liberarnos de un sentimiento de odio, de guerra o de división.
Alguien puede preguntar ¿Cómo he de amar a mi enemigo? Se le puede responder: con amor de caridad. Es decir con el mismo amor que Dios nos ama. Esta manera de amar, no parte de mi pozo personal de amor, que casi siempre es egoísta, sino de sentirme amado por Dios; es tan rico este amor, que alcanza hasta para amar a nuestros enemigos y rogar por los que nos persiguen.
Si la perfección a la que nos invita Jesús, se alcanzara sin esfuerzo, ¿Qué de valioso tendría?
Oración:
Señor Jesús, qué difícil ser santos, como Tú, y Dios Padre lo es. Mándame tu Espíritu divino, para que pueda vencer mi arrogancia, mi enojo y mi maldad. Deseo cambiar mi estas actitudes que me alejan de ti, que hacen que pierda la semejanza contigo.
Infunde en mi familia el amor y la paz. Que seamos capaces de amar a nuestros enemigos; de no abandonar la lucha por la paz en nuestros ambientes y que amemos con tu amor de caridad. Amén.