Sábado 17 Febrero
Lucas 5, 27-32
~ Les respondió Jesús:
No necesitan médico los que están sanos,
sino los que se encuentran mal ~
El recaudador Leví es, a la vez, tenido por pecador, marginado o excluido de Israel. Si Jesús lo invita a seguirlo, es porque nadie hay excluido para Dios. Jesús enseña su proyecto como una gran fiesta en la que la barrera de cualquier tipo de marginación ––de manera especial, la religiosa––, es derribada.
Leví ha sabido recibir a Jesús. Su adhesión le permite experimentar la más absoluta libertad. Su seguimiento será tan firme, que se convertirá en el apóstol Mateo.
Nosotros hoy, igual que entonces la naciente comunidad cristiana, hemos de admitir en nuestra mesa a toda persona dispuesta a renunciar a la injusticia y decidida a seguir a Jesús.
Si estamos siguiendo bien a Jesús, nos daremos cuenta de que es tiempo de superar la “falsa religión”, esa que se reduce al cumplimiento ritualista, en el que nos sentimos cumplidores y, por lo mismo, merecedores de Dios. Cumplir la ley sin vivir el espíritu con el que fue dictada no sirve de mucho. Nuestras acciones deben nacer de la misericordia que viene de Dios. En el pasaje paralelo del Evangelio de hoy —Mt 9,6—, Mateo agrega: “Vayan y aprendan lo que significa ‘misericordia quiero y no sacrificios’”.
Según lo que hemos leído de Jesús, no podemos estar del lado de Dios si el ejercicio de nuestra religiosidad no toma en cuenta el amor al prójimo y la reconciliación fraterna.
Si Jesús nos llama a sanos y a enfermos, tratemos de coincidir en la misma mesa que él preside. No sabemos, de entre los asistentes, a quién desea el Señor para su obra.
Oración:
Señor Jesús, no dejas de sorprenderme y hacer diferente cada uno de mis días. Gracias por creer en nosotros, a pesar de nuestras desviaciones.
Igual que llamaste a Leví-Mateo, llámame a mí y a mi familia, que juntos nos sentemos todos los días a la mesa. Que teniéndote entre nosotros experimentemos el gozo de la unidad, de la inclusión, de la justicia y del amor a los demás. Amén.