Compromiso de vida
Domingo 12 Enero Bautismo del Señor
Mateo 3, 13-17
Este evangelio de Mateo, a diferencia de Marcos, subraya el hecho de que Juan Bautista se resiste a bautizar a Jesús. ¿Cuál es la razón? Que Juan reconoce a Jesús como Mesías. Si se opone a bautizarlo es porque el tipo de bautismo que él realizaba era de conversión y de juicio; por tanto, un bautismo para pecadores, que intentan dar muerte a su pecado; esto no coincide con el Mesías, que no tiene pecado y que es vida plena.
Jesús insiste en ser bautizado “para cumplir todo lo que Dios quiere”; además, para inaugurar su bautismo que es de compromiso y de misericordia; un compromiso de vida, de dar la vida. Es un compromiso tan grande y elevado que una vez que es bautizado, Dios responde: “Al salir Jesús del agua… se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios”. A partir de su bautismo, quedó garantizada una comunicación ininterrumpida de Dios con Jesús expresada por el Espíritu Santo manifestado en forma de paloma.
Al centro del episodio del bautismo en Mateo, encontramos estos dos contenidos:
Dios está en medio de nosotros, a través de Jesús, y viene para salvarnos.
Jesús es Dios, acreditado por su Padre, y es capaz de entrar en la esfera divina.
Gracias al bautismo, nosotros recibimos la vida nueva de Dios, la vida de la gracia que nos capacitó, en Jesús, para entrar en relación personal con el creador. Esto lo recibimos para toda nuestra vida terrena y para la eternidad.
Como respuesta a este gran don de nuestro bautismo, podemos comprometernos con la vida, dar la propia vida por el proyecto de Jesús. De manera especial hoy, cuando vivimos en medio de un mundo de muerte, que vive un compromiso pobre por la vida.
Comprometámonos como ungidos
Es decir, como llenos de Espíritu Santo y del favor de Dios. Como creaturas nuevas. La experiencia sensible de Jesús, al ver descender al Espíritu Santo en forma de paloma, alude al Génesis 1,2 el principio de la creación. Ahora podemos entender que con el bautismo se culmina esta creación y nosotros somos una nueva creatura, capaces de la plenitud humana y divina.
Fuimos ungidos para la misión, para liberar y experimentar el favor de Dios. Hemos de hacer visible nuestra nueva creación, nuestra nueva hechura en Dios. Estamos capacitados por el Espíritu para complacer a Dios.
¿Cómo hacemos que Dios tenga en nosotros sus complacencias?