Miércoles 19 Febrero

Marcos 8, 22-26

~ El ciego veía de lejos claramente todas las cosas ~

En la secuencia de las últimas curaciones, tanto este ciego, como el sordo de —7,32-37—, bien pueden representar a los discípulos y a cada uno de nosotros, en nuestro proceso de fe.

En sentido profético, “abrir los ojos de los ciegos”, es igual a liberar de cualquier ideología, esclavitud y opresión.

Parece que muchas veces nos encontramos así. Es probable que hace falta que Jesús nos saque fuera del pueblo, es decir, nos mueva del lugar que nos esclaviza; pero otras veces, somos nosotros mismos quienes debemos sacudirnos toda forma de esclavitud, ideología y opresión.

Si lo pensamos bien, nos hace falta sacudirnos, el sistema ideológico de seguridad que nos hemos creado. En el fondo este sistema es nuestra propia cárcel. 

También nos hace falta reconocer nuestras cegueras y miopías. Detrás se éstas, encuentra una forma grave de soberbia.  

Igual a como este ciego empezó a ver, lo haremos nosotros desde la fe: primero, a estar alerta a los signos de Dios en nuestras vidas. Después, buscando a Jesús y reconociéndolo como Dios. Y al final, anunciando y testimoniando la luz que nos ilumina.

¡Qué ganas de ver de verdad!

¿Cuáles son mis cegueras y cuáles mis miopías?

Intentemos con Jesús, si no vemos más que personas que como árboles que andan, digámoselo. Al final nos dará la vista completa. Los ojos de la fe.

Oración:

Señor Jesús, que ilumíname, permíteme ver a las personas, no como árboles que deambulan, sino como hermanos con quienes construimos una sociedad transparente y libre. Que reconozca mis miopías, que me deje curar por ti.

Permite que en nuestro hogar, no necesitemos otros lentes para ver y para verte, que los de la verdad, la justicia y la paz y el amor. Que estos sean nuestros ojos de fe. Amén.  

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