Martes 6 Octubre
Lucas 10, 38-42
~ Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas ~
Hoy en día, cuando estamos acostumbrados a evaluar todo desde el criterio de la productividad y la eficiencia, el pasaje de las amigas de Jesús puede modificar nuestra actitud frenética, que tarde o temprano nos lleva a endurecer el corazón y a sufrir en nuestro espíritu.
La imagen de Marta y María representa dos grupos diferentes de seguidores de Jesús: Marta, a los que proceden del judaísmo, donde encajan los doce; y María, a quienes proceden de Samaria o comunidad no judía, que se insertan en el grupo de los setenta y dos. Marta recibe a Jesús, pero no pone atención para escuchar y aprender de él. María aparece en segundo plano, pero es la que lo acoge a plenitud. A los pies del Señor. Nos recuerda a la pecadora (7,38. 44-46).
¿Con cuál de los dos grupos nos identificamos? Es probable que, de momento, con el de Marta. Si revisamos nuestras actitudes de la vida cotidiana, encontraremos que en ocasiones intentamos arrastrar a nuestros hermanos a una actividad dispersa, sin mensaje, inútil para lo que es trascendente. Como cuando nos llenamos de trabajo y preocupaciones que ahogan el mensaje para luego remendar nuestra práctica religiosa con legalismos o ritos que poco consiguen satisfacer la necesidad que tenemos de Dios.
Hoy aprendemos que el modo de seguir a Jesús no se puede imponer. Por más que nos parezca exagerado, María estaba plena, quizás imaginativa y creativa, mientras escuchaba a Jesús.
Centremos nuestra atención en las palabras de Jesús: María ha escogido la mejor parte, y no le será quitada. Busquemos también nosotros lo que no se nos pueda quitar. Escuchemos a Jesús con inteligencia, con libertad y amor, sin permitir que nadie contamine nuestra necesidad de escucha. Pero tratemos de equilibrar nuestra vida con una sana unidad entre la oración y la acción, es decir, entre el amor total a Dios y el amor a nuestros hermanos.
Alguien ha dicho: no por hacer las cosas del Señor, olvidemos al Señor de las cosas.
Oración:
Señor Jesús, confieso que he sido Marta la mayor parte de mi vida. Me pesa haber desperdiciado tanto tiempo, distraído en la ideología de la excelencia y la productividad. Ahora, cuando escucho este episodio de tu vida, me viene el deseo de escoger la mejor parte, la que nadie me podrá quitar. Instrúyeme todas las veces que me ponga a los pies de tu Palabra, y abre mi inteligencia para ver lo que vieron tus primeras amigas.
Permite que en casa te recibamos igual que María, aunque todavía estemos algunas Martas y Lázaros. Haz de nuestra casa una nueva Betsaida y ven todos los días a hablarnos de ti, de tu Padre, del Espíritu, de tus mejores amigos a lo largo de estos dos mil años, y de nuestro futuro en el Reino de los cielos. Amén.