Miércoles 14 Julio

Mateo 11, 25-27

 

~ Y nadie conoce al Padre sino el Hijo

y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar ~

 

A diferencia de los reproches de Jesús en el Evangelio de ayer, tenemos este texto bello y esperanzador. Jesús ora a su Padre de un modo excepcional. Parece que se consuela en ser entendido por los sencillos. Lo que está en juego es “la Revelación” de Dios. Da la impresión de que Jesús lleva en sus manos un tesoro que ofrece aquí y allá y que nadie toma. ¿Quién hay que, entendiendo un poquito, no quiera adentrarse en el conocimiento insondable de Dios?

 

Los sencillos sí entienden, porque no tienen ningún interés torcido. Están abiertos a discernir el plan de Dios. Los sabios y entendidos (Is 29,14) utilizan su ciencia con mezquinos intereses. ¿Nosotros de cuáles somos? Es posible que respondamos: a veces uno, a veces otro. Si lo pensamos bien, descubriremos que ya es tiempo de vivir de una sabiduría superior. La nuestra es buena, pero estamos hechos para más, para la sabiduría que trasciende la ciencia humana.

 

Consideremos que desde la encarnación de Jesús Verbo eterno, el misterio de Dios se nos ha manifestado. Es Jesús quien nos ha revelado quién es Dios y cómo es Él; y lo ha hecho de la manera más cercana. Siempre desde nuestra realidad, como en su nacimiento a los pastores, que eran gente pequeña y sencilla de corazón.

 

Como vemos, el conocimiento más grande que podemos alcanzar no viene de nuestra ciencia y sabiduría, sino de la revelación gratuita de Dios. Lo único que hace falta es la fe de los sencillos. Es gracias a ella que el Espíritu abre nuestro corazón y nuestra inteligencia al misterio. Tratemos de recordar cómo nos ha amado Dios, con amor de Padre; y cómo es que Jesús nos lo dio a conocer. Unamos este conocimiento de los sencillos con el de la ciencia y la sabiduría humanas, pero apoyándonos en la humildad de espíritu, y así conoceremos de verdad.

 

Oración:

Señor Jesús, gracias por el don gratuito de tu revelación. A medida que pasan los años, me siento más llamado a buscar estas luces que iluminan mi esperanza. Puedo decir que tengo ansias de eternidad; anhelo conocerte tal cual eres y después, lo que Tú decidas. Ayúdame a mediar entre mi ciencia y mi inteligencia espiritual para conocer de verdad.

 

Que en mi casa, junto con los míos, vivamos el gozo continuo de estar develando lo que Tú nos das a conocer. Amén.

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