Domingo 5 Julio
Mateo 11,25-30
Esta es la manera en que Cristo conoce todas las cosas, y la manera en que conoce a su Padre Dios; por eso dice en este evangelio que “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Se trata de una intimidad del conocimiento y del amor.
Jesús ve a sus seguidores, los descubre “cansados y agobiados”; ¿De qué? De esforzarse en el cumplimiento de la ley, de esforzarse inútilmente en experimentar a Dios, en conocerlo tal como Dios es.
Hoy puede sucedernos lo mismo; que estemos cansados de no vivir a plenitud la vida de Dios, el conocimiento de Dios, la experiencia inmediata de Su amor.
Lo que nos impide este conocimiento de Dios más allá de la superficialidad del conocimiento a la que nos hemos acostumbrando movidos por las ideologías del mundo, en las que se privilegia un conocimiento utilitario de las cosas, está la tentación del conocimiento científico de Dios. Esto es de suyo una soberbia que se resquebraja en el intento, porque una vez que se tiene cualquier conocimiento científico o tecnológico, apenas se le ha encontrado y ya surgen nuevas teorías, hipótesis y dudas.
Desde la sola razón y la ciencia, no se puede conocer a Dios; porque el objeto de estudio de la ciencia es “algo” no “alguien”, y Dios es persona, persona divina. Además, Dios no está afuera de tal manera que se le pueda cosificar, poniéndolo debajo de un microscopio, de un macroscopio o para someterlo a pruebas de laboratorio. Dios está adentro, siempre es el trascendente que se presenta y ama desde lo más íntimo de nuestro ser.
Por eso en este Domingo y para esta semana, ¡qué importante aprender a conocer como Jesús conocía, desde la intimidad de su persona, desde la intimidad de Dios! Este es el verdadero y más grande conocimiento del ser humano.
Pero, ¿cómo conocer desde la intimidad? El Espíritu de Dios nos regala a cada uno un entendimiento suficiente en el acercamiento a la Palabra del evangelio, pero nosotros proponemos estas tres ideas:
Conozcamos desde el amor
Conocer en el sentido bíblico, es estar en la intimidad, percibir el humor del ser amado, sentir tan cerca el latido de su corazón, y experimentar sus alegrías y sus miedos así, en un diálogo de susurro primero, y después, mediante los signos del amor.
Nuestros conocimientos científicos nos confunden y se nos olvidan, porque no forman parte de nuestra intimidad. Nuestros conocimientos desde el amor no se olvidan jamás, porque comprometen toda nuestra persona; ahí, en esa experiencia del conocimiento desde el amor, está Dios.
Nos urge seguir a Jesús en el conocimiento que Él tiene de su Padre; le urge a Cristo llevarnos a la intimidad del encuentro con Dios, al conocimiento amoroso de Dios que alivia nuestro cansancio y nuestras ansias de eternidad.