1° Enero Santa María Madre de Dios

Lucas 2,16-21

~ Fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José,

y al niño recostado en el pesebre ~

Al comenzar un nuevo año, resplandece en el Evangelio de Lucas, la figura de María, la Madre de Dios. Ella, que guardaba todas las cosas en su corazón, nos regala la mejor imagen de Paz. La de una Madre que ha superado las dificultades de la gestación y del parto. ¿Qué podría romper la Paz de la mujer que ha dado a luz? En su universo de relaciones se envuelve el misterio de la vida y del amor.

Si miramos a La Madre de Dios con detenimiento, podremos recibir de ella las certezas y la seguridad que necesitamos para lanzarnos en nuestro nuevo itinerario de vida. Sin embargo, esta experiencia no se completa en una mera contemplación y honra a La Virgen Madre. Es preciso comprometernos con ella para ser constructores y comunicadores de la Paz.

Nos viene bien correr el velo de la escena del Nacimiento una vez más, y penetrar nuevamente en el misterio insondable de Dios. Necesitamos volver a la raíz de la que venimos en la vida y en la fe. Volver a nuestro origen en nuestra madre carnal y en nuestra Madre del cielo. Justo allí está el principio con el que fuimos hechos, el amor y la paz.

La paz que nosotros recogemos de María no se identifica con la sola ausencia de guerra. La Paz de la Madre de Dios es la paz mesiánica, nos toca en lo más íntimo porque nos involucra con el proyecto de Jesús. Es una paz, al mismo tiempo, de expectación y de certezas.

La paz que recogieron los pastores, viene de constatar que en el universo del amor entre la Madre y el Hijo, gravita una relación que nada ni nadie puede turbar. Hacia el interior de los corazones que se aman, radica la identidad más profunda del hombre y su interminable vocación a la paz.

Construyamos la paz desde esta imagen hermosa de María.

Oración:

Señor Jesús, permíteme recoger el don de la paz y el amor que brota de tu madre.

Vuelve a encender los corazones de mi familia, para que juntos construyamos la paz, en nuestra casa, en nuestros trabajos y en nuestro corazón. Amén.

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