Sábado 28 Marzo

Juan 7, 40-53

 

~ Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes

y los fariseos. Estos les dijeron:

“¿Por qué no lo trajeron?”. Respondieron los guardias:

“Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre” ~

 

Igual que entonces, vivimos una sociedad poco justa, que muchas veces intenta erguirse, no sobre la razón del derecho, sino sobre “tendencias u opiniones”.

La persona de Jesús no solo ha despertado opiniones contrarias en el pueblo y sus dirigentes; también ha dado certezas a quienes no cierran su corazón ni su voluntad a conocerlo y escucharlo. Si nosotros queremos pasar de la sola opinión sobre Jesús al conocimiento personal con Él, no solo seremos justos: además, habremos ganado el mejor de los amigos.

Nicodemo, que en otra ocasión se encontró con Jesús de noche y en secreto, por miedo a sus colegas, ahora los enfrenta, libre de prejuicios. ¡Cuánta diferencia hay entre tener opiniones y tener certezas! Este mismo personaje nos regala una transparencia del derecho romano que hoy por hoy nos hace falta a todos: ¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin constatar lo que hace?

La opinión de los adversarios de Jesús y su mandato de apresarlo no obtuvo respuesta favorable de parte de los guardias. Su “autoridad” perdió efecto ante la evidencia de la bondad de Jesús. Esos guardias nos inspiran hoy a no abandonar nuestro legítimo derecho a formarnos el propio juicio y nuestra razón individual.

Es difícil ir a contracorriente y evidenciar que alguien haga de la ley un instrumento de injusticia. Sin embargo, es lo más digno, noble, bueno y justo que podemos hacer; es, al propio tiempo, de lo más liberador. ¿Puedes imaginar el rostro de los guardias cuando regresaron ante su autoridad sin Jesús? ¿Podemos imaginar en Nicodemo una sonrisa discreta y profunda cuando argumentó, bajo el mismo derecho, en favor de Jesús?

No renunciemos a elaborar nuestro propio juicio, nuestra razón creativa, y mucho menos a pasar de las opiniones a la certeza en cualquier persona, y desde luego, en Jesús.

 

Oración:

Señor Jesús, ¡qué esperanzadora es tu Palabra! Ayúdame a no perder el piso en mis juicios, a ocupar el lugar correcto ante la anarquía, a ser valiente para evidenciar la mentira institucionalizada y la enajenación social.

Que en nuestro hogar seamos libres al actuar. Que nos ejerzamos en la ley de todos, pero sin abandonar nuestro propio juicio ni razón. Amén.

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