Jueves 7 Julio
Mateo 10, 7-15
~ No lleven en la faja oro, plata ni calderilla;
ni tampoco alforja para el camino,
ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón ~
Si ayer nos constituimos “misioneros de casa”, el Evangelio de hoy nos confirma en nuestra misión, tanto a consagrados como a laicos. Se trata de encontrar el punto de fuerza para anunciar a Jesús y su proyecto. No con un despliegue publicitario, ni con más recursos que la naturalidad de nuestras personas. Incluso sin las comodidades o seguridades básicas, como son el dinero, el sustento y el vestido. Hoy es un buen día para evaluar si somos complicados para la vida de nuestra fe, o somos de “equipaje ligero”. No se requiere de una gran industria para realizar la misión. Basta con saberse enviado y amado por Jesús.
La misión que podemos realizar en casa y, desde ahí, a nuestra comunidad laboral o creyente es muy concreta: proclamar que existe la alternativa de vida de Jesús, su reino, frente al reino del mundo que es decadente, que se convulsiona con el hedonismo y la pérdida de valores; un mundo que se ha programado para vivir sin Dios y que, al final, sufre los reclamos de la conciencia individual y colectiva, y la anarquía de la violencia y la muerte.
Esta es la misión concreta: curar/aliviar enfermos; revivir en la fe a quienes la han perdido; integrar a los marginados, ayudar a superar las ideologías contrarias a Jesús y la Iglesia, y la animadversión a vivir la caridad.
Parece que nunca como ahora se manifiesta con tanta claridad que el don de nuestra fe es gratuito, no tiene un precio, no solo porque no haya que cobrar para sufragar el gasto que supone la predicación, sino porque la fe depende solo de Dios, que la ofrece, y de quien la acepta; no media en esta realidad economía alguna, más que el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Pensemos en lo honroso y lo confortante que es encontrar alojamiento en un hogar de confianza. Incluso el propio, donde siempre hemos vivido, pero ahora con una visión renovada en la misión. Permanecer allí donde impera la confianza y compartir la paz de Jesús.
Seamos atrevidos hoy, intentemos que nuestra vida cotidiana tome el tinte de la misión y vivamos con equipaje ligero. Seguro que renovaremos la propia fe y la comunión con los demás y con Dios.
Oración:
Señor Jesús, me doy cuenta de que necesito poco para vivir y para amar. Ayúdame a ser misionero. Deseo anunciar que si te aceptamos, podemos ser libres y vivir de manera trascendente. Enséñame a curar enfermos y a reanimar moribundos y marginados.
Permite que junto con los míos trabajemos en la misión de acuerdo con nuestras capacidades, y que seamos de equipaje ligero. Amén.