Martes 24 Septiembre

Lucas 8, 19-21

~ Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen ~

 

En el contexto del sermón del llano (6,47) y de las enseñanzas sobre el Reino, Jesús nos lleva de la mano a comprender que tenemos un parentesco mayor que el de la sola sangre o raza: el parentesco con su Padre Dios.

La madre sin nombre que aparece en este Evangelio, bien puede representar a Israel como origen de Jesús (cf 4,24: su patria); sus hermanos, los de raza; y así interpretar que este Israel, que no le ha dado su adhesión, queda fuera del nuevo proyecto de Dios.

Al centro del episodio, gravita como generadora de poder la sentencia de Jesús: quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. Si es histórica la visita de su madre y sus hermanos mientras Jesús predicaba, Él aprovechó el momento para dar una enseñanza a sus oyentes.

Vayamos más allá de este horizonte de interpretación. Consideremos que Jesús declara una nueva familia cuya única condición es la comunión con Él. Su Yo no es un ego inflado, que se mantiene haciendo que todo gire en torno suyo. Ni siquiera intenta ponerse en el centro. Más bien proyecta a quienes, escuchándolo, cumplen la voluntad de su padre. Y entonces sí, esos son sus hermanos y su madre.

Jesús personifica la comunión del Hijo con el Padre. En esta nueva familia nos introduce a cada uno de nosotros si lo escuchamos y completamos su voluntad. Comulgar con Él es comulgar con su padre. Se trata de entrar en la familia de los que llaman Padre a Dios y se lo dicen no solo de palabra, sino de obra; o sea, poniendo en práctica cuanto su Palabra les siguiere.

¿Qué decimos a Jesús cuando nos invita a formar parte de una familia extendida hasta la morada sobrenatural de su Padre? Y… ¿cómo se lo decimos?

¡Hagamos de nuestra familia, una familia extendida!

 

Oración:

Señor Jesús, gracias por incluirme como familiar tuyo. Me tiembla el corazón de solo imaginar que los lazos que nos unen van más allá de la sangre y de la raza. Ayúdame a ser más universal, a ver el mundo como una gran familia humana que se estira para entrar a tu casa. Abre mis horizontes de fe y religión, para que pueda ver con buenos ojos a cuantos son diferentes de familia y religión, y acepte familiarizarme con ellos, en cuanto escuchen tu Palabra y la pongan en práctica.

Permite que en casa, con los míos, formemos una familia estable, renovada en la imagen de familia universal que hoy nos propones. Que gocemos de escucharte, de seguirte y amarte en cada nuevo hermano, hermana y madre que encontremos. Amén.

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