Martes 10 Septiembre
Lucas 6, 12-19
~ Y eligió doce de entre ellos,
a los que llamó también apóstoles ~
Jesús, que se ha opuesto al Israel oficial, constituye el nuevo Israel mesiánico a partir de quienes lo siguen; en especial los doce, a quienes instituye como apóstoles.
Tuvo necesidad de orar por toda la noche en el monte. No sabemos cuál monte, pero entendemos que allí, en lo alto, se da la presencia y actividad de Dios, sin perder el contacto con la historia humana.
Aparecen claras las figuras de discípulo y apóstol, en una estructura que bien sustenta el origen de la Iglesia: Cristo, los apóstoles que hoy son elegidos, los discípulos de entre los que eligió a los apóstoles, y el pueblo sencillo, lugar teológico del reinado de Dios.
El nuevo Israel que Jesús instituye no se funda ya en la descendencia de Abraham o en aceptar la antigua alianza, sino en adherirse a Jesús y en seguirlo, como discípulo y como apóstol. La nueva vocación de Israel será ponerse al servicio de la humanidad.
Hoy, después de todas las generaciones apostólicas, también nosotros somos llamados a seguir a Jesús y a constituir el nuevo pueblo de Dios. Más ahora, cuando vemos una gran muchedumbre de todas partes del mundo, cansada de ideologías y espíritus inmundos, que busca con ansiedad escuchar la verdad y la belleza de la vida de Dios; que necesita ser sanada y curada de sus enfermedades.
Los que ya hemos probado un poco el camino al lado de Jesús, estamos llamados a ser testigos de la vida que nos da, a través del amor y del servicio a los demás. Pero recordemos: sin oración, los trabajos del Reino de Jesús en el llano no alcanzan su mejor efecto. Si vamos a ser testigos, vivamos este movimiento de Jesús: del monte al llano. Y transmitamos la alegría y el gozo de ser apóstoles y discípulos.
Oración:
Señor Jesús, gracias por asociarme al proyecto de tu Reino. Me doy cuenta de que pocas veces he subido al monte; de que puedo ser un discípulo o apóstol de verdad; de que, en efecto, soy un discípulo de nueva generación, o de nueva vocación. Ayúdame a ser tu testigo; haz que, de manera semejante a los apóstoles que hoy fueron elegidos, sirva a los demás con humildad.
Permite que en casa, con los míos, gocemos de la fuerza extraordinaria que brota de ti, que sanemos en el cuerpo y en el alma; pero que no nos contentemos con eso, igual que la muchedumbre que no se compromete, sino que seamos testigos claros de tu vida y de tu amor. Amén.