Viernes 25 Junio

Mateo 8, 1-4

 

~ Señor, si quieres puedes limpiarme ~

 

Es probable que la experiencia de la marginación, nos resulte tan lejana como la lepra. Parece que del mismo modo en que damos por hecho que ya no existen leprosos hoy en día, estamos seguros que tampoco existen marginados; esto es un error. Aún existe la lepra en muchas partes del mundo, aunque en grado menor considerado con otras enfermedades; y aún existe la marginación, quizás igual en promedio o más que en tiempo de Jesús.

Debería enchinársenos la piel, al escuchar este Evangelio; aquí encontramos la clave para acabar con las nuevas marginaciones, esas que se parecen a la del leproso: persona “impura” ¿Nos suena familiar? Persona “excluida” de las relaciones sociales ¿También ésta? Pensemos en nuestros marginados: enfermos, ancianos, niños, indígenas, de capacidades diferentes, de pensamiento diferente y muchos a quienes una ley de tipo moral, política, económica o ideológica les mantiene en el subsuelo de nuestra sociedad. La clave para acabar con todo tipo de marginación, es atreverse a tocar a los nuevos impuros, como lo hizo Jesús con el leproso, superar todas esas leyes y estructuras caducas e injustas que no permiten emerger a los más vulnerables.

Jesús interpretó la ley (Lv 5,3; Nm 5,2), superó la prohibición legal y declaró con esta curación, que no se puede marginar a la persona humana en nombre de Dios. Hay ocasiones en que necesitamos reinterpretar la ley para permitir la liberación de los desposeídos, condenados y marginados.

Aunque en tiempo de Jesús, competía a los sacerdotes declarar a la persona leprosa/impura, y también declarar su curación para que fuese readmitido a la vida normal, familiar y social, cada uno de nosotros puede hoy realizar esta hermosa tarea. Empecemos por declarar “puro” a quienes hemos excluido, y luego a quienes la sociedad excluye. Tengamos la intuición y la mirada de misericordia de Jesús para actuar de inmediato, cuando reconozcamos la injusticia, la condena y la marginación en el rostro de nuestros hermanos.

 

Oración:

Señor Jesús, creo que muchas veces he juzgado a mis hermanos por apariencias. Me descubro clasista, racista y excluyente. Ayúdame a superar esta actitud reductiva y a sentir amor, por quienes van en otro proyecto de vida; que pueda yo involucrarme con las causas de quienes viven una condición desfavorable. Ayúdame a liberar personas, a declararlas puras y a reintegrarlas a la sociedad.

Permite que en mi casa todos seamos incluyentes, que vivamos el más puro sentido de la fraternidad y la comunión. Amén.

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