Miércoles 2 Septiembre
Lucas 4, 38-44
~ Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre,
y la fiebre la dejó ~
En este Evangelio vemos que Jesús se desplaza fuera de la sinagoga. El nuevo ámbito en el que desarrolla su misión es la casa. Realiza la curación de la suegra de Pedro aun siendo sábado, sin cuidarse de la prescripción legal que lo impedía. Ha quitado el impedimento para el servicio y el seguimiento que oprimía a la Suegra de Pedro. Esto, que parece una escena cualquiera, es todo lo contrario. La casa de Pedro y la suegra enferma representan una célula de exaltación, una pequeña comunidad que se mantiene al margen de la institución y espera que Jesús sea el Mesías reformador y violento que resuelva los problemas de justicia y de orden social. Tomemos en cuenta las palabras que usa Lucas: Jesús conminó a la fiebre. ¿Cómo se puede conminar a una enfermedad? ¿Acaso no se conmina solo a las personas? En este caso, la ha conminado como al demonio en la sinagoga versículos atrás (en el 35); hay que leer aquí que Jesús intenta liberar a Pedro de su vinculación con este y con cualquier grupo insurgente. Lo necesita libre de ideologías nacionalistas.
¿Por qué, al saber esto, la ciudad reacciona trayéndole toda clase de enfermos al caer el sol? Además de su necesidad de ser curados, esperaban que terminara la obligación del precepto. Lo quieren acaparar, a diferencia de lo que sucedió en Nazaret, porque desean un representante liberador. Jesús los instruye sobre la primera categoría del Reino: que es universal. No puede reducirse a un grupo o ciudad.
Es probable que a nosotros nos suceda de manera semejante a la familia de Pedro y a la muchedumbre que seguía a Jesús. Deseamos en lo más profundo que nuestra condición social cambie; que se actualice la justicia para los desposeídos y que se experimente la liberación. Si lo recordamos bien, algunas veces hemos pretendido un movimiento revolucionario que acabe con la inercia de marginación y con muchos de los nuevos endemoniados. Durante este proceso de clarificación sobre nuestros más legítimos ideales están nuestras ideologías, las nuevas fiebres que nos impiden ver más allá, servir a los demás y seguir a Jesús.
Llenémonos de esperanza al saber que Jesús puede conminar no solo nuestros demonios, sino también nuestra virulencia violenta y la ideología de choque. Al final, nuestra célula familiar ha de ser una Iglesia de casa y no un cuartel de guerra.
¡Dejémonos conminar para poder servir a los demás, y para seguir a Jesús!
Oración:
Señor Jesús, igual que aquellos que te seguían para que cambiaras sus vidas, te busco yo. Ayúdame a quitarme la ideología del dominio y de la violencia. Que haga un camino nuevo de liberación, en el que primero libere mi mente de toda visión reductiva y la abra a la universalidad de tu salvación.
Permite que en casa, con los míos, tengamos una Iglesia familiar, capaz de seguirte, no por una idea, sino por la relación personal contigo; y que te acompañemos hasta la cruz. Amén.