Martes 19 Septiembre
Lucas 7, 11-17
~ Al verla el Señor, se conmovió y le dijo: —No llores ~
Este episodio es exclusivo de Lucas. La resucitación del hijo de la viuda anticipa, igual que en los Evangelios que se refieren a la resucitación de Lázaro (Jn11) y de la hija de Jairo (Mt 9,18ss), la resurrección de Jesús, que es Señor de la vida.
Si imaginamos un poco, en las condiciones del encuentro de Jesús con el cortejo fúnebre, y luego con la viuda, leemos que Jesús se compadeció hasta lo más profundo. Para los contemporáneos, la muerte de ese hijo único evidenciaba el juicio y el castigo de Dios contra la viuda. Esa viuda representa a Israel, privado de Dios (cf Jr 51,5), y el muerto es el pueblo. Jesús se conmueve no solo por las personas que encuentra a la salida del pueblo de Naim; lo conmueve la situación de Israel. No le importa tocar el ataúd, por más que incurra en impureza legal (Nm 19,11-16; cf. Lc 5,13); lo toca para detenerlo del camino hacia la muerte definitiva. Con la resucitación le ha ganado el tiempo para que encuentre la vida verdadera.
Los que lo llevaban a enterrar se pararon, digamos, de golpe; se dieron cuenta de que el camino de la muerte se puede detener, por más inminente que parezca. Escucharon la Palabra de Jesús, igual que el muerto, y confirmaron que su Palabra le comunicó vida y lo capacitó para que se levantara por sí solo. Luego Jesús se lo entregó a su Madre, y ellos asociaron a Elías cf. 1Re 17,23; por eso tuvieron temor de Dios y exclamaron: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo.
Siguiendo a Jesús en este Evangelio, ¡dejémonos conmover! ¡Optemos por la vida! En cualquier momento de nuestro acontecer, aunque parezca demasiado tarde. Superemos los condicionamientos de tipo social, político o religioso.
Oración:
Señor Jesús, enséñame a salir al encuentro, a conmoverme hasta lo más profundo por mis hermanos más vulnerables. Detrás de la imagen de la viuda de Naim se me dibujan infinidad de personas que hoy en día tenemos juzgadas y condenadas, no por ti ni por la imagen que cada quien tenga de Dios, sino por nosotros mismos, ya como individuos, ya permitiendo que nuestras sociedades lo hagan sin responsabilidad ni rostro. Enséñame a optar por la vida a cada paso difícil en el ejercicio de mi profesión y en familia.
Permite que junto con los míos avancemos en nuestra historia personal y comunitaria, actualizando la vida para cuantos nos sea posible, y que siempre experimentemos el gozo de tu Resurrección. Amen.