Lunes 23 Septiembre

Lucas 8, 16-18

~ Sino que la pone sobre un candelero,

para que los que entren vean la luz ~

Seguimos en la comprensión de las realidades del Reino. La misión futura de cuantos reciben la Buena Nueva es producir, tener resultados o ser fecundos.

La parábola o proverbio de la lámpara en Lucas, que duplica a Marcos (cf 4,21ss), nos enseña que Cristo es la luz destinada a iluminar a todo hombre. Si bien de momento su persona y su obra pasan por la noche de la incredulidad humana, al final quedarán al descubierto.

De forma semejante a la buena o mala tierra que vimos en la parábola de ayer, aquí aparece el riesgo de quienes no creen y buscan a toda costa esconder la luz de Cristo. Podemos preguntarnos si alguna vez hemos ocultado nuestra luz, o si hemos impedido que Jesús brillara, mediante nosotros, para alguien más.

Es evidente que somos llamados a ser testigos de la luz, es decir, de Cristo. Lo mejor de este llamado consiste en que el misterio del Reino y su luz no es privilegio de unos pocos que se inician en la religión, sino que está abierto a todos los que desean tener a Dios y reflejarlo a los demás.

La lámpara que no se cubre con una vasija ni se pone debajo del lecho, sino en un candelero para alumbrar, traduce nuestra vida en Cristo. Desde que fuimos bautizados iniciamos nuestra historia de luz, desde ese cirio bautismal que después hemos ido encendiendo en algunos momentos difíciles de nuestra vida a los que podemos llamar pascuas; es decir, momentos de prueba, de muerte y de liberación.

Además, esta lámpara propuesta por Cristo en el Evangelio se identifica con nosotros mismos, como cera a consumir. Y es que una vela puede iluminar solo si la llama la consume. Permitamos que Cristo arda en nosotros, aunque esto conlleve un poco de sacrificio y de renuncia personal. Estemos seguros de que si nos dejamos consumir en Cristo, no perderemos nada, sino al contrario: gozaremos de ver su resplandor en nuestras obras.

Pensemos en nuestros talentos, de manera especial en aquellos que tenemos escondidos; es necesario sacarlos a relucir para nuestros semejantes. A través de estas habilidades innatas y aprendidas que Dios nos dio, quiere Jesús iluminar nuestro entorno.

¡Dejémonos consumir! Nuestra luz en Cristo será como un sol en medio de la noche.

Oración:

Señor Jesús, me cuesta trabajo ser luz; cuando lo intento, aparece mi soberbia, y aquello con lo que deseaba iluminar se convierte en presunción y ofensa. Ayúdame a sacar mi lámpara de abajo de la vasija y del lecho. Que yo sea cera blanda para consumirme, mientras Tú iluminas. Muéstrame esa línea tan delgada, que en muchas ocasiones no sé distinguir, entre lo que es tuyo y lo que es mi pretensión.

Permite que en casa, todos seamos una luz transparente, alimentada por la cera de nuestro amor, humildad y servicio; y que tu rostro siempre aparezca ante nuestros ojos, en medio de nuestros trabajos, familiares y amigos, para gozarte y alabarte. Amén.

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