Miércoles 5 Julio
Mateo 8, 28-34
~ ¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ~
Como vimos en el episodio anterior, mientras Jesús cruzaba el territorio de los paganos, la tempestad viene como expresión de la resistencia del mundo pagano al mensaje liberador de Jesús.
Ahora toca tierra en la orilla no judía. Se distinguen signos de muerte y de marginación que Jesús quiere ayudar a superar: los endemoniados que viven en el cementerio como muertos en vida y que representan a los de condición infrahumana, los marginados por una sociedad injusta. Vienen furiosos, en rebelión no solo contra Jesús, sino contra cualquiera. En el fondo desean desahogar su rechazo a la sociedad, que los tiene así, como muertos en vida. Además, está el pueblo que, a pesar de haber visto el milagro de Jesús, no se atreve a recibirlo. No aceptan salir de sus estructuras de poder ––el mercado y la economía del negocio sucio de los puercos.
Cualquiera de nosotros puede decir: “¡Qué tontos e ignorantes! Tan fácil que hubiera sido cambiar de estructura social. Aceptar el proyecto de Jesús y elevar a la comunidad a una forma de vida más digna e incluyente”. Pero, ¿no estamos nosotros igual que ellos? ¿No viene Jesús de cuando en cuando a nuestra orilla, en la que vivimos de manera miserable, participando en nuestros nuevos sistemas de explotación económica, política y social?
Hoy también nos resistimos a la acción de Jesús. Algunos de nosotros somos como estos dos endemoniados: reptamos en medio de nuevos sepulcros urbanos sin el mínimo deseo de salir de nuestro enojo, violencia o error. Aquellos endemoniados se parecen a quienes están en contra de todo y a favor de nada.
Es verdad que a nosotros nos enfada lo atascada que está la maquinaria política y social en nuestros gobiernos y comunidades. Sin embargo, en sentido figurado, y por qué no real, todos necesitamos ser exorcizados. Si por exorcismo entendemos liberación de ideologías, de pesimismos y de actitudes de dominio y de poder.
Nosotros decidimos si usamos el poder violento y de muerte que brota de entre nuestros nuevos sepulcros para mantenernos en la opresión; o si nos abrimos al proyecto liberador de Jesús.
Oración:
Señor Jesús, veo que has venido a mi orilla muchas veces y, no obstante, te he rechazado. Me descubro atascado en el lodo de nuevos sepulcros y en el estiércol de la ideología del dominio y del poder. Sé que no puedo cambiar de un solo golpe la maquinaria de injusticia que construimos entre quienes participamos en la sociedad; pero sí puedo dejarme liberar por ti. Ayúdame a salir de mis propias marginaciones y a superar las que la injusticia social me impone.
Permite que en mi hogar, todos te recibamos, que te sigamos a nuevas orillas y que proclamemos la manera en que nos has salvado. Amén.