Martes 16 Noviembre

Lucas 19, 1-10

 

~ Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:

Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más ~

 

La figura de Zaqueo, haciendo a un lado lo de su puesto de jefe de recaudadores, nos regala un espejo en el cual podemos vernos reflejados. No solo en lo personal, también en lo social.

 

Es probable que en más de alguna ocasión hayamos sentido la necesidad de subir un poco para ver a Dios, que se hace presente a través de Jesús o de una acción distinta del diario vivir, que nos saca de nuestro pequeño mundo de dominio.

 

Si comparamos nuestra fe con la de Zaqueo, es probable que nos demos cuenta de que somos bajitos, igual que él; y de que para poder ver a Dios en nuestras vidas, tengamos que subir al árbol.

 

Lo más interesante del desplazamiento que realizó Zaqueo consiste en que una vez que intentó ver a Jesús, jamás imaginó que lo tendría cara a cara en su casa. Y que, además de realizar un simple movimiento exterior, ajustaría su actitud frente a la vida laboral y familiar.

 

Este episodio del Evangelio nos muestra cómo Jesús llama a los pecadores a la enmienda: con amor, sin prejuicios, queriendo entrar a su espacio familiar, y dándoles tiempo de hacer una reconsideración de su actuar cotidiano.

 

De solo estar frente a Jesús y de entender la nueva justicia divina, la decisión de Zaqueo supera con mucho lo prescrito en Levítico (5,20-26) para resarcir el fraude. Su enmienda es generosa y le alcanza la salvación ese mismo día.

 

Pongamos nuestra mirada en la alegría con la que Zaqueo recibe a Jesús: es una alegría que a todos nos hace falta. Se trata del descanso y la libertad que nos regala el ajustar no solo cuentas, sino nuestra actitud ante la vida y nuestra relación con Dios y con nuestros prójimos. Cuando Zaqueo escucha: “Es necesario que hoy me quede en tu casa”, experimenta algo que remueve su entraña, se siente tomado en cuenta, no condenado y, sobre todo, amado por Dios. Experimentó de un solo golpe que aquello era el gran acontecimiento de su vida, quizás lo mismo que ya no esperaba.

 

Lo más hermoso de esta experiencia de Zaqueo discurre en el mutuo coqueteo de amor y de amistad entre Dios y él, para conformar una relación familiar que superó todo lo que había vivido.

 

¡Dejemos que acontezca, subamos al árbol, llenémonos de alegría! ¡Que nuestra enmienda sea generosa!

 

Oración:

Señor Jesús, al escuchar tu Palabra llena de amor hacia Zaqueo, me viene la esperanza de que muchos, los que vivimos hundidos en nuestras labores, con la cabeza gacha sobre nuestra “nueva mesa de recaudadores” ––porque finalmente eso es lo que hacemos cuando vamos a trabajar sin un horizonte de trascendencia o de mínima fraternidad––, permitamos que tú irrumpas en nuestro diario vivir y nos arranques de lo banal. Ayúdame a subir al árbol, déjame escuchar cómo te invitas a entrar en mi casa, e instruye mi conciencia para que mi enmienda sea generosa y justa.

 

Permite que junto con los míos te recibamos en lo cotidiano de nuestro hogar, y que tus dulces palabras hagan crecer nuestra esperanza y nuestro amor por los demás. Amén.

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