Domingo 21 Abril

Juan 10,11-18

El Evangelio que escuchamos hoy, es un texto pre-Pascual. A diferencia de los anteriores Domingos de Pascua, en los que Jesús aparece resucitado, con un cuerpo glorificado, aquí encontramos a Jesús en pleno ejercicio de su ministerio. Es un texto pleno de sentido Pascual, porque Jesús visualiza y declara desde entonces que daría la vida por la persona humana.

Si nos fijamos bien, estos versículos del Evangelio de San Juan están cargados de sentimientos de Jesús. Imaginemos a las personas que Él tiene frente a sí: un buen grupo de seguidores, a quienes descubre cansados por el abandono y la traición de las que han sido objeto por parte de las autoridades políticas y religiosas de su tiempo. Jesús les habla en el lenguaje de la vida pastoril, porque ellos estaban inmersos en una cultura de pastores. Los compara a ovejas sin pastor. A Jesús le duele esto, descubrir personas necesitadas de atención y de vida. Por eso se define revelando una imagen que convenía a su condición de Mesías Salvador: “Yo soy el buen pastor… que da la vida por sus ovejas”.

En nuestro momento histórico, podríamos descubrir nuestra sociedad así: como un mundo de personas cansadas por el abandono y la traición de nuestros dirigentes. Un mundo en el que ya nadie quiere dar un poco de su vida; en el que la gran mayoría vive con actitud de asalariado; es decir, de ventajoso, sin preocuparse de los demás, más que de sí mismo y de sus intereses.

Podemos utilizar esta distinción que hace Jesús entre: asalariados y pastores, para reflexionar profundamente este domingo. Desde nuestra conciencia personal y comunitaria, pensemos: ¿cómo estamos pasando la vida, con qué actitud? ¿Cómo asalariados? Es decir, como aquellos que nunca daremos más de sí mientras no nos suban el salario. ¿O como pastores, como aquellos que están dispuestos a cargar por otros, a acompañar a los demás, a desgastarse rindiendo sin pretender una ganancia, incluso a dar la vida, de ser necesario, por los más vulnerables?

El mundo necesita vida, pero la vida de Jesús resucitado que hemos recibido en esta Pascua. Todos podemos ser pastores: un padre, una madre de familia. Un hijo puede ser pastor de su hermano menor y éste de algún amigo o necesitado.

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