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3 septiembre, 2021

Destrabemos nuestros sentidos

Domingo 5 Septiembre

Marcos 7, 31-37

 

~ Hace oír a los sordos y hablar a los mudos ~

 

El sordo y tartamudo que Jesús sana, nos da la oportunidad de preguntarnos por nuestras propias trabas; aquello que nos imposibilita para escuchar y para hablar.

 

Si hemos seguido bien estos textos, habremos advertido que Jesús no admite, esclavos, marginados o disminuidos. Su misión en lo más último, radica en actualizar para cada persona, la dignidad, la verdad, la libertad y el amor.

 

Veamos cómo procede Jesús en esta curación: los que le solicitan el milagro, solo desean la magia; estos seguidores son gente ignorante, que ven en Jesús a un curandero, o  taumaturgo. Por eso Jesús utiliza las mismas maneras de ellos. Digamos que aplicó al enfermo los signos de sanación que todos podían leer. Debió ser aparatoso que le metiera los dedos en los oídos y que le tocara con saliva su lengua. Sin embargo, ha servido para que el enfermo, experimentara su cercanía y además previera el sentido sacramental de Dios.

 

Jesús lo apartó de la gente, que puede malinterpretar los signos que le aplicará. Pero sobre todo, para llevar al enfermo a un encuentro de intimidad con Dios.

 

Después de tocarlo, lo lleva a dirigirse junto con él a la mirada interior del corazón de Dios; Jesús “suspira”, siente amor, tristeza, pena y muchas cosas más. El enfermo alcanzaría a ver más allá que quienes no están viviendo la experiencia de Jesús.

 

Al final, devuelve al que antes era enfermo, a su familia, a su gente, a gozar de la diferencia entre comprender y no comprender a los demás, a Dios, al mundo y a sí mismo frente al gran proyecto que Dios tiene para cada uno.

 

Hoy podemos preguntarnos: si escuchamos bien, si hablamos con normalidad, y desear que Jesús nos lleve un poco a parte, para mostrarnos lo que nos falta por comprender de todo cuando vemos, vivimos y somos.

 

Oración:

Señor Jesús, Gracias por liberarme, de cuando en cuando, que me acerco a ti. Reconozco que a veces soy sordo, no solo para tu Palabra, sino para la de los demás; incluso para mi voz interior. ¡Qué horrible es la sordera y la tartamudez! Me doy cuenta que me faltan muchas cosas por comprender.

Haz posible que en mi casa, con los míos, podamos percibir de manera nueva todo cuanto nos rodea. Tócanos como al sordo y tartamudo, llévanos en el suspiro a mirar hacia el cielo, a experimentar la mirada del corazón amoroso de tu Padre y a gozar inmensamente de nuestras nuevas comprensiones. Amén.

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