Digamos Sí A Los Profetas

Viernes 2 Agosto

Mateo 13, 54-58

~ Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio ~

 

Hemos dejado atrás las enseñanzas de Jesús sobre el Reino. Ahora seguimos su ministerio.

Jesús enseña por última vez en una sinagoga. Aunque deja maravillados a sus oyentes, es rechazado. Las razones pueden resumirse en dos: primero, su condición de nativo y su origen humilde; segundo, la ruptura con los esquemas religiosos de su comunidad.

Es probable que el rechazo de todo profeta, igual que el de Jesús, además de las dos razones anteriores, se debiera al miedo que una persona o comunidad puede tener a la verdad y a la libertad. Pongamos atención a lo que sucede en esta escena: lo que Jesús propone es una simplificación que recupera lo esencial de la religión, frente a la complicada casuística que los maestros de la ley de Israel habían generado. Ya no se entendía cuál era, y cuál no, el precepto de Dios. Jesús les enseña un Dios más cercano, que quiere amor y misericordia, y no los sacrificios de un culto vacío. ¿A qué teme quien no escucha una visión profética? A perder la aparente seguridad de su culto ritualista, por más que sea cerrado y pobre. Teme correr el riesgo de madurar su relación con Dios y de ejercer la religión de una forma más abierta y comprometida.

La ley y los profetas que Jesús está simplificando, y que resume en un mandamiento doble —“amar a Dios y al prójimo”—, derroca el monopolio de los escribas y fariseos; y ofrece un Evangelio de misericordia y gracia de Dios, más que de condena.

Este reto que Jesús propuso y por el cual fue rechazado, ¿no sigue siendo una realidad vigente para nosotros? Incluso en los propios modos de vivir la religión, ¿cuántos de nosotros nos aferramos a vivirla de una manera ritualista, incluso mágica o fanática? Pues para los nuevos fariseos rigoristas, que podemos ser tanto los consagrados como los laicos, se renueva hoy el desafío de rechazar a Jesús o de seguirlo con absoluta libertad, y de superar nuestra crisis de fe; de permitir sus milagros y de gozar de su vida nueva.

¡Digamos sí a los profetas! No temamos a la novedad de Dios y de la religión.

 

Oración:

Señor Jesús, muéstrame tu profetismo. Abre mi mente y mi corazón a la renovación de la Iglesia. Impúlsame a creer en tus nuevos profetas, los que tú suscitas y están viendo nuestro futuro.

Permite que en casa, junto a los míos, gocemos de una fe libre y liberadora; que vivamos con espontaneidad la esencia de nuestra religión. Amén.

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