Sábado 2 Julio

Mateo 9, 14-17

 

~ A vino nuevo, odres nuevos ~

 

Es posible que después de dos mil años, alguien crea que la única forma de vivir una religión pura sea ateniéndose a las prácticas religiosas del pasado. Es verdad: cuanto han vivido nuestros antepasados nos sostiene para expresar nuestra fe; sin embargo, en el momento de nuestra más auténtica relación con Dios, descubrimos que Dios siempre es nuevo. Ahora mismo, este Evangelio nos insta para abrir la mente y el corazón a nuevas categorías de nuestra relación con Dios y con los demás.

 

Los discípulos de Juan Bautista habían igualado sus prácticas religiosas a las de los fariseos. Los discípulos de Jesús están en una relación de fiesta. Esta es la gran diferencia en la manera de vivir a Dios: quienes lo viven en la espera angustiosa de su venida, y quienes lo pregustamos desde ahora, abiertos a compartir la vida y el amor de este tiempo, como una antesala de la fiesta nupcial con Dios.

 

En el simbolismo de la alianza (Os 2) cambia la alianza (Jr 31,31-34); ya no se trata de un cumplimiento que parece estéril, sino de amistad, alegría y libertad; por lo tanto, el ayuno, que expresa tristeza, no es compatible con la presencia de Jesús, ni con su proyecto del reino.

 

En el proyecto de Jesús todo es nuevo, y lo es siempre, hasta ahora. Tenemos necesidad de renovarnos en la relación con Él y en nuestro ejercicio de religión.

 

Nunca como hoy han de resultarnos cercanas estas palabras: “A vino nuevo, pellejos nuevos”. Y más aún si somos conscientes del momento histórico que vivimos: “El cambio de época”. Un momento que pone en entredicho la operatividad de las estructuras políticas, religiosas y sociales que hasta ahora hemos utilizado. Igual, Jesús declara con este Evangelio que las antiguas instituciones son incompatibles con el nuevo espíritu de la religión.

 

Hoy es un buen día para preguntarnos si somos de Cristo; porque en él todos somos una creatura nueva, dejamos atrás lo viejo; y en Él, todo en nosotros ha de ser nuevo (Cfr 2Cor 5,17).

 

Si Dios siempre es nuevo, ¿por qué seguir anclados en los pellejos viejos de nuestros esquemas mentales y religiosos, o manteniendo estructuras pastorales caducas? La novedad radical de Jesús es siempre una aventura insondable de libertad y de amor. ¡Vayamos tras ella!

 

Oración:

Señor Jesús, me sentí caduco en mis formas de relación contigo. Me apena que muchas veces me hayas ofrecido una relación más plena, como la que tenías con tus discípulos, y otras tantas yo haya pretendido vivir mi relación contigo y con tu Padre basándome en las categorías de los discípulos de Juan. Ayúdame a ser nuevo, a superar el miedo a la novedad que me ofreces. Hazme libre de pensamiento, de corazón y de obras. Que te glorifique como tú quieres, haciendo de mi vida una continua fiesta nupcial de nuestro amor contigo.

 

Permite que mi familia y yo seamos de los tuyos, de los que viven con intensidad la novedad de tu Espíritu. Amén.

 

 

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