Miércoles 28 Septiembre
Lucas 9, 57-62
~ “Deja que los muertos entierren a sus muertos” ~
¿Adónde van de camino? A dar la vida. Como habíamos dicho, Jesús sube a Jerusalén; así definen los Evangelios, de manera particular el de Lucas, el camino de Jesús: como un camino hacia la cruz, la muerte y la resurrección. Por tanto, la vida del discípulo discurre en seguir a Jesús hacia ese objetivo final de su vida; y por lo mismo, no tiene donde reclinar la cabeza, debe dejar las tradiciones de comunidad y de familia, porque lo que sigue es totalmente nuevo, único e irrepetible; compromete la vida, la fe y el amor.
Aunque Jesús dice que no tiene donde reclinar la cabeza, al final la reclinará sobre la cruz. Y los discípulos están llamados a reclinarla de forma semejante.
¿Quiénes son esos tres personajes anónimos que desean seguir a Jesús? Lo más probable es que fueran discípulos samaritanos. Vienen a refrescar la misión de Jesús, dado que los discípulos procedentes del judaísmo habían fracasado en su misión precursora. Nos encontramos ante un nuevo horizonte de discipulado: los que conformarán el grupo de los setenta.
Encontremos la novedad de nuestro seguimiento de Jesús, al modo de estos tres discípulos anónimos, a través de los cuales podemos ver reflejadas nuestras resistencias naturales a vivir una vida más libre. Implica vivir con intensidad el don maravilloso de nuestra fe, esa que nos hace vibrar a partir de nuestro encuentro con el resucitado.
Si sentimos una fe débil como para abrir nuestros horizontes hacia arriba en la cruz y hacia adelante en la resurrección, tomemos en cuenta que la mentalidad, costumbres y estilo de vida que ignoran la realidad del Evangelio, intentando el bienestar egoísta, la ganancia fácil o el ejercicio del poder que domina, no constituyen el objetivo final de nuestra vida.
Si lo pensamos bien, después de patalear y topar con pared; después de desgastarnos en alcanzar cualquier cosa al margen de Dios, tendremos necesidad de reclinar la cabeza. Que esto nos suceda de manera extraordinaria, que no reclinemos la cabeza cansados de llegar a ninguna parte, sino sobre la propia cruz, satisfechos de haber subido con Jesús y de haber amado hasta el extremo, siguiendo su ejemplo.
Porque sí tenemos donde reclinar la cabeza, ¡empecemos a seguir a Jesús!
Oración:
Señor Jesús, ¡cómo me cuesta sacudirme las seguridades y mis condicionamientos culturales y de familia! Ayúdame a entender que lo más importante de mi vida transcurre si estoy en camino. Que cada día me canse de servir a los demás, sin tasar mi servicio sobre la remuneración. Que cada día sienta la necesidad de reclinar la cabeza, no solo por el cansancio propio de mi trabajo, sino por la experiencia del sacrificio, del amor y de la gratitud.
Permite que junto con los míos, en casa, consideremos que lo más importante que hacemos cada día es subir otro poquito a nuestra nueva Jerusalén; que ansiemos reclinar la cabeza, a semejanza tuya, sobre la cruz. Amén.