Viernes 24 Junio, Sagrado Corazón de Jesús
Juan 19, 31-37
~ Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza
y al instante salió sangre y agua ~
Cuando llegaron a Jesús, los soldados no pudieron quitarle la vida, ya la había dado por propia voluntad. Encontremos aquí la unidad que se da entre la cena del Señor, en la que Jesús nos da su cuerpo y su sangre y el sacrificio de la cruz donde nos dio su vida. El pan partido y el cáliz eucarístico son anticipación del cuerpo entregado y la sangre derramada por Cristo en el calvario.
Así, en cada sacrificio eucarístico, vivimos del corazón sagrado y ofrecido de Jesús; sobre todo si, a semejanza suya nos entregamos también por los demás.
La sangre de Cristo derramada en la Cruz entra en la presencia de Dios y con ella, entramos cada uno de nosotros.
En la Última Cena, Jesús había expresado su voluntad de entregarse y les anunció la proximidad de su muerte. Al ofrecerles los dones diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo”. Y: “Esta es mi sangre” (Mc 14, 22-26) nos invita a tomarlo a Él, a tomarlo como ofrenda de la Cruz y a aceptar su actividad como nueva norma de vida.
Entonces, entrar en el sacrificio de Jesús implica beber su sangre como compromiso en su actividad salvadora; implica sellar una alianza que no se acaba.
Los que estuvieron presentes en el sacrificio de Jesús, recibieron el baño de la sangre del cordero de Dios. Un baño que solo se repetirá de manera sacramental. En aquel sacrificio, Dios quiso recibir todo el odio del mundo, el sufrimiento y el dolor, como única vez y para siempre. Si tomamos la ofrenda de Jesús, tenemos parte en su sacrificio.
Oración:
Señor Jesús, enséñanos a entrar en tu sacrificio. Que en nuestra familia tengamos la determinación de subir al Gólgota junto con tu Madre, las mujeres y Juan; y que experimentemos el momento en que tu sangre de vida nos comunica con tu Padre. Amén.