Viernes 3 Julio Santo Tomás Apóstol

Juan 20, 24-29

 

~ “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos

y no meto mi mano en su costado, no creeré” ~

 

Tomás no quiso creer a través del testimonio de los discípulos, quería experimentar a Jesús directamente. Esta actitud de Tomás no es del todo reprobable; sin embargo, nosotros que vivimos dos mil años después, solo tenemos el camino del testimonio de sus discípulos y la experiencia de los signos de vida, para experimentar a Jesús. Igual que la Magdalena reconoció al Señor inmediatamente (20, 15-16) o el discípulo amado que “vio y creyó” ante el sepulcro vacío. (v. 8)

En la fiesta de Santo Tomás aprendamos a experimentar a Jesús; es muy importante hoy, sobre todo si tomamos en cuenta que el mundo vive como a puerta cerrada, lleno de miedos y de oscuridad. Es un mundo que entiende muy poco de la pasión y la cruz de Jesús; y, no obstante, necesita como lo más vital, experimentar a Jesús resucitado y misericordioso.

Nosotros tenemos la posibilidad de leer muchos signos de Jesús resucitado, desde la experiencia de la fe y del amor. Podemos acercarnos lo suficiente como para tocar los signos de su victoria y de su amor: el costado herido y los agujeros de sus manos. Esto implica el sacramento del amor: La Eucaristía como lugar privilegiado del encuentro con Él.

Tomás al tocar a Jesús traspasado, experimentó su amor de la manera más inmediata y pura. Utilicemos nuestra imaginación y veámonos a nosotros mismos en el cenáculo, inclinados, sosteniéndonos del hombro de Jesús para inclinarnos a besar sus manos agujeradas y su costado abierto. Veamos que experimentar su amor nos hizo destinatarios de su sacrificio.

Experimentemos a Jesús sensiblemente, en nuestra necesidad de amor; en la fe como certeza; sin haber visto, y en la comunidad creyente.

 

Oración:

Señor Jesús, vuelve a aparecer en nuestras vidas, en medio de nuestra familia. Haz posible que experimentemos el amor del perdón que brota de tu costado y el amor de caridad que brota de tus manos enséñanos a besar tus manos agujeradas. Amén.

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