Miércoles 5 Febrero
Lucas 9,23-26: “El que pierda su vida por mí, la ganará”
El destino de Jesús y de cuantos lo sigamos no se limita al triunfo terreno. Él no vino sólo como una oposición temporal a los dirigentes —Cfr. 6,22ss—. Aunque de momento el sufrimiento y la muerte nos espanten, no tienen la última palabra sobre el ser humano. Al contrario, son un camino natural para dar vida.
Es verdad que cuesta trabajo negarse a sí mismo, renunciar a toda ambición de dinero, prestigio o poder; sin embargo, hoy podemos ser conscientes de que nuestra esencia personal se expresa mejor sin estos condicionamientos sociales. Es la manera de no ganar el mundo, pero sí de ganarse a sí mismo.
Si cargamos la cruz, no significa que nos sacrifiquemos sin valor o por puro fanatismo; sino un modo de resistir la injusticia y la hostilidad que nubla la mirada de muchos en la sociedad.
La salvación se realiza más allá de la vida física; no hay que ceder a la ambición, porque destruye al hombre; ni a la presión social, porque lo enajena.
Negarse a sí mismo está en continuidad con Ganarse a sí mismo. Durante nuestra preparación de Cuaresma, intentemos este ejercicio: que aparezca más el proyecto de Dios en mi vida, que el mí; que, al menos, ponga en duda la libertad y bondad de mis impulsos y deseos.
Oración:
Señor Jesús, no permitas que me pierda en mi egoísmo. Que durante este tiempo de reflexión y buenas obras me niegue a mí mismo, y te siga.
Permite que en familia nos ganemos a nosotros mismos, por la donación de nuestras personas. Amén.