Lunes 9 Diciembre, Inmaculada Concepción de María

Lucas 1,26-38

~ He aquí la esclava del Señor; 

cúmplase en mí lo que me has dicho ~ 

En el día en que Celebramos a María en su Inmaculada Concepción. Ella, la muchachilla de Nazaret, nos muestra la manera de responder a Dios cuando Él toca a nuestra puerta, porque se busca un lugar en nosotros y en medio de nuestra familia y de la comunidad. Pero no un lugar solo material, sino interior, teológico, un espacio relacional.

Qué importante es dar un lugar a Dios en este tiempo, cuando el mundo se lo ha quitado, cuando el ateísmo práctico se cuela en medio de nuestras familias sin sentirlo y sugiere a las nuevas generaciones una vida sin Dios. Muchas veces, cuando le damos un lugar a Dios, se lo damos condicionado, le ponemos límites, hacemos que Dios llegue hasta donde está nuestra comodidad de que exista Dios, pero no más allá y, como hemos dicho, Dios no quiere que lo encerremos en un templo material.

Es verdad que María, desde su Concepción fue preservada del pecado original, y nosotros, pecadores, no podemos igualarnos a ella, pero María nos atrae por el camino correcto para dejar que Dios nos habite.

¿Cómo dar un lugar a Dios, algo que sea alcanzable para nosotros, en este momento de nuestra historia personal y familiar?

Busquemos que nuestra alma, a semejanza de la de María no esté ocupada. Que no se sienta desposada con nadie ni domine ella misma a nadie. En una palabra: ofrezcamos nuestra virginidad espiritual. Solo así la convertiremos en el lugar propicio para que Dios habite.

Oración:

Señor Jesús, ven y habita en nosotros. Permite que tu Madre Inmaculada, nos conforme en familia, nos instruya para intentar una virginidad interior. Que no tengamos otro Señor que tú ni otra Madre purísima que no sea la tuya. Amén. 

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