Igualdad que libera
Jueves Santo 6 Abril
Juan 13,1-15
~ Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros ~
En la Última Cena, Jesús no celebra la Pascua judía, sino una cena de despedida y de su entrega, en la que instituye la nueva Pascua eucarística, el sacerdocio y la caridad fraterna. Es una cena cargada de signos que se convierten en sacramento del amor de Dios, entre los discípulos de Jesús.
Cuando Jesús es consciente de que ha llegado “su hora”, debemos leer que no va a la muerte arrastrado por las circunstancias últimas de su vida, sino para cumplir su proyecto, que es el del Padre. Él va a dar la vida por propia voluntad. Es consciente del don total de sí en el que su Padre Dios está plenamente presente como vida absoluta.
En un día como hoy, queremos entender nuestra propia entrega de vida, para que nuestra relación con Dios sea plena; para que el mundo reciba el influjo de nuestro amor. Pero, ¿cómo realizar una entrega auténtica y coherente que no sea una simple fuga? Cada uno, por los caminos que solo el Espíritu conoce, estará en grado de entender su propia entrega. El caso es que quien no se da, no ha entendido a Jesús.
Cuando se ha amado tanto, se puede leer esa vida de amor como una nueva Escritura. Este es el nuevo códice para juzgar y entender al ser humano: el amor de caridad.
Igual que Jesús, podemos empezar por servir a los demás, por identificar entre los nuestros una fidelidad madura y una igualdad que alegre. Podemos derrumbar los rangos sirviendo, lavando los pies de los demás. Y aunque esto nos cuesta trabajo, es indispensable para entregarse. Ni siquiera el deseo de hacer el bien a alguien justifica que yo me ponga por encima de ese alguien; en el lenguaje de actitudes de Jesús en esta noche, si me pongo por encima del hombre, me pongo por encima de Dios.
Cuando me hago servidor como Jesús, doy a quienes sirvo la categoría de señores, y entonces creo la igualdad que libera y que establece vínculo.
Oración:
Señor Jesús, que me laves los pies me inquieta tanto como a Pedro; siento que en el fondo temo a tu cercanía o al compromiso. Enséñame a lavar los pies de mis hermanos.
Permite que en casa, con los míos, atinemos a vivir tu experiencia de amor, y no solo entre nosotros, sino con cuantos vamos encontrando en la vida. Ayúdanos a ser sacramento de tu amor. Amén.