Miércoles 10 Marzo
Mateo 5, 17-19
~ El que cumpla los preceptos y los enseñe,
ése será grande en el Reino de los Cielos ~
Parece que en ocasiones nos encontramos igual que el pueblo de Israel en tiempo de Jesús. Cansados de vivir una ley muerta o esclavizante. Es natural: deseamos experimentar el contenido de una ley que libere.
Jesús deshace el malentendido del pueblo. Él no viene a echar por tierra el Antiguo Testamento, sino a cumplir lo que esa ley antigua había prometido: la liberación a partir de un mesías.
A la vuelta de dos mil años, entendemos que toca a nosotros actualizar el espíritu y las promesas de la ley. No solo de la ley de Dios, sino de nuestras leyes humanas. Hay que sacarles el espíritu con el que fueron hechas, y la promesa de liberar personas.
El camino para que suceda, para que las promesas de ley se cumplan, es siempre el mismo: la práctica de los mandamientos mínimos, las bienaventuranzas. Cuando cada miembro de la comunidad tiene cuidado de hacer el bien al otro, las promesas de ley se cumplen.
La ley divina no es un yugo pesado que esclaviza, sino un don de gracia que garantiza la libertad y la alegría de quienes la cumplimos. Si uno lo prueba, se convence. No se puede hacer la vida sin ley interna, sin ley de Dios o sin leyes positivas. El punto clave es que quienes buscamos la abolición de las leyes, primero recuperemos su espíritu y veamos si cumplen sus promesas.
Oración:
Señor Jesús, gracias por enseñarme a dar plenitud a la ley. Permite que yo pueda presenciar el cumplimiento de tus promesas. Que muchos entendamos que el amor sin límites a Dios y a nuestros hermanos es la plenitud de toda ley.
Que en mi familia nos atrevamos a dar el paso para vivir las bienaventuranzas. Que busquemos el bien de cada persona y seamos libres al amar. Amén.