Viernes 10 enero
Lucas 5, 12-16
~ Y al instante le desapareció la lepra ~
Jesús extiende la mano y limpia al leproso. Nos recuerda las hazañas divinas en el éxodo (Ex 6,6; 14,16; 15,42). No evade el contacto con el hombre “impuro”; al contrario, participa de su condición tocándolo. Si leemos bien esta escena, encontramos aquí una bella síntesis de la historia de la salvación. Jesús-Dios —epifanía—, nos refrenda su voluntad de sanarnos y de purificarnos de todo aquello que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, con los demás y con Él.
Se necesita algo más que buenas intenciones, para derribar las barreras que el sistema religioso y político ha puesto entre Dios y el ser humano. Leemos aquí que no hay hombres impuros para Dios, por más que alguien se haya encargado de condenarlos y marginarlos.
Se necesita limpiar personas a través del contacto humano. Se requiere que nuestra mano no tiemble al arriesgarse por otro, por más diferente que parezca a nuestros ojos. Es necesario unir nuestro deseo de limpiar personas, a la voluntad de Dios.
¿Cuántos leprosos, impuros, indeseables, marginados… descubro hoy en mi entorno?
¿A quiénes puedo tocar, extendiendo mi mano?
Oración:
Señor Jesús, hoy me encuentro como el leproso del Evangelio. Estoy necesitado de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis lepras, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad. Conviérteme en un verdadero cristiano.
Inspira a mi familia, para que juntos superemos nuestra actitud juiciosa o condenatoria para con los demás. Que podamos experimentar la belleza de limpiar personas. Amén.