Sábado 18 Enero
Marcos 2, 13-17
~ No necesitan médico los que están fuertes,
sino los que se encuentran mal ~
Jesús llama a un no israelita, a un marginado, a entrar en el Reino de Dios por la puerta grande. Lo llama como discípulo. En Leví-Mateo, se recarga la expectación de muchos marginados en Israel. Y, a la vez, Jesús define una nueva categoría de su reinado: la inclusión.
La casa y el banquete, son la imagen bella de la nueva comunidad del Reino, en la que todos podemos participar. Los publicanos y pecadores se han reclinado para comer, igual que hombres libres, igual que personas en familia, que celebran la pertenencia mutua.
Los discípulos no tienen oportunidad de responder a los fariseos, Jesús enseña que hay que invertir la escala de valores, y volver la mirada a los más necesitados de Dios.
Es probable que nosotros, en la inercia de la vida, nos hayamos hecho “fuertes”, y bien ganada la fuerza o el poder, pero frente a este evangelio, podemos reconsiderar nuestras actitudes de frente a los demás. Los fuertes o los justos, parecemos satisfechos de nosotros mismos, es probable que ni siquiera notemos que hace falta un cambio en la comunidad o en nuestro sistema laboral y, mucho menos, que experimentemos la necesidad de ser salvados.
La conciencia de necesidad que viene de los excluidos, puede aportarnos mucho; sobre todo si ejercemos un liderazgo. Voltear y mirar a quienes traemos en el fango, a quienes nuestro sistema va discriminando o excluyendo. Si nos atrevemos a considerar la posibilidad de reincorporar a alguien en nuestro sistema laboral, no solo es posible recuperar un estupendo compañero de trabajo sino, lo más importante, habremos cambiado de mentalidad, considerando a los que más necesitan.
Oración:
Señor Jesús, enséñame a mirar a quienes más necesitan de ti; deseo reconsiderar mi actitud frente a ellos, pero no que dependan de mí; ayúdame a promover la inclusión sin ser paternalista.
Que junto con mi familia, podamos favorecer que quienes más necesitan de ti, se sientan llamados y acompañados hasta su madurez en la fe. Amén.