Los Santificados En La Verdad…
Miércoles 1 Junio
Juan 17, 11-19
~ No te pido que los retires del mundo,
sino que los guardes del Maligno ~
Siguiendo la oración final de Jesús, en este punto encontramos la manera en que su amor se dilata. La continua conciencia de despedida arranca a Jesús nuevas formas de pertenencia y nuevos deseos de mantenerse en la unidad perfecta.
Sus discípulos han de elevarse en la relación de amistad con Jesús, igual que nosotros hoy, después de estos dos mil años. Y el modo es similar: Jesús usa la expresión: “…los que me has dado”. ¿Qué se siente saber que somos de Jesús, porque su Padre Dios así lo ha querido? Es al menos inspirador, y nos ayuda a valorar que en nuestra relación con Jesús está implícito el misterio de Dios.
¿Cómo se entiende ser uno como Jesús y su Padre? En unidad perfecta de conocimiento y comunicación de vida y de amor. Pero ser uno como lo es Dios, y ser uno con Dios, no nos exime de vivir en medio del mundo, ni tampoco de sostenernos con la verdad del Espíritu sin contaminarnos.
Nosotros, los discípulos de hoy, semejándonos a los de entonces, estamos enviados en medio del mundo como signo de una vida trascendente, la de nuestra amistad con Jesús-Dios. Y nos consagramos en la verdad toda vez que asumimos el don de Jesús, y nos dedicamos a comunicar la vida y el amor de Dios. Esta es la alegría colmada que podemos tener igual que la de Jesús: experimentar que participamos con el Espíritu de Dios, dando de su vida al mundo.
Oración:
Señor Jesús, me produce gozo saber que me amas con un amor tan pleno como lo es el amor de amistad; y me alegro de saber que me has santificado desde el bautismo. Ahora caigo en la cuenta de que estoy llamado a vivir de una manera que no coincide con aquella que propone el mundo: a vivir mi vida trascendente. Esa vida que solo voy a completar en la experiencia de amistad contigo, por el Espíritu de verdad.
Permite que junto con mi familia estemos dispuestos, todas las veces, a ir en medio del mundo, como tú nos mandas, a comunicar, no una doctrina, sino la experiencia de tu amor, y la intensidad de vida con la que nos elevas a ti. Amén.