Miércoles 13 Noviembre
Lucas 17, 11-19
~ Uno de ellos, viéndose curado,
se volvió glorificando a Dios en voz alta;
y postrándose a los pies de Jesús, le daba gracias ~
Los leprosos que pasan a distancia de Jesús yendo a Jerusalén son figura del grupo mezclado de discípulos que lo siguen. Ellos lo llaman jefe o maestro; de hecho, es común en el Evangelio de Lucas que los discípulos lo llamen así (cf. 5,5; 8,24.45; 9,33.49), ya que se sienten marginados por la institución judía.
Jesús los remite a esa misma institución que, según el entender de ellos, los margina; y es en el trayecto, al dejar atrás la aldea, es decir, cuando salen de su círculo cerrado, y antes de llegar al templo, que quedan curados.
De entre los diez, solo el no judío, el samaritano, reconoce que fue su adhesión a Jesús lo que lo ha curado, y vuelve para agradecerle el don de la salud.
¿Por qué los otros no volvieron? Porque aquellos, judíos, recuperaron su vinculación con la institución judía y completaron su buena ventura, siendo reconocidos por ella. Hasta allí satisficieron su anhelo.
¿Qué ventaja alcanzó el samaritano que regresó agradecido, a diferencia de los nueve judíos que no volvieron? Ellos no fueron más allá de su curación; el samaritano, en cambio, alcanzó la salvación. Su fe, como adhesión a Jesús, lo llevó a la plena comunión con Dios, y por ello a experimentar que su existencia adquirió no solo una pertenencia al proyecto de Jesús, en su reino, sino la certeza de estar siendo salvado, y de que más allá de este don, no hay algo más grande.
No nos conformemos con la simple curación. Volvamos agradecidos como lo hizo el samaritano, encontremos la forma de glorificar a Dios, y luego, gocemos de escuchar las mismas palabras: levántate y sigue, tu fe te está salvando.
Volvamos a Jesús, sobre todo si nos hallamos agobiados por el sufrimiento y la enfermedad. En el encuentro con él experimentaremos que no estamos solos, que Dios no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, sino al contrario: nos espera para curar nuestro corazón en lo más profundo. Esto es más que la sola curación.
Oración:
Señor Jesús, gracias por hacerte compañero de viaje, mientras yo te busco. Gracias por renovar en mí la inteligencia de la gratitud. Ayúdame a no perder nunca la virtud de ser agradecido; de manera particular en esos días en que me distraigo con las banalidades coloridas de mi pequeño mundo. Déjame hacer contigo el camino a Jerusalén, desde mi desarrollo laboral; que contagie a mis semejantes de volver a ti agradecidos, y que ellos también vayan más allá de la curación.
Permite que junto con los míos, en nuestro hogar, siempre entreveamos que nuestra curación física es signo de la salvación que nos traes. Amén.