Lunes 8 Noviembre

Lucas 17, 1-6

 

~ Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar,

que escandalizar a uno de estos pequeños ~

 

Jesús va contra el espíritu fariseo. Intenta repeler su influjo en los discípulos.

 

Los pequeños a los que se refiere Jesús están presentes, son discípulos suyos; no del grupo de los Doce, sino nuevos seguidores a quienes, de paso, los primeros discípulos han de cuidar; cuídense de ustedes mismos, de no imponer el espíritu farisaico a los neófitos.

 

Esos pequeños están siendo escandalizados por la actitud de los fariseos, con su ambición de grandeza y preeminencia. Y no solo eso, sino que fragmentan el grupo de sus seguidores con su rigor en la observancia. Por eso Jesús los exhorta a rehacer la unidad con un perdón indefinido.

 

Los apóstoles, es decir, los enviados, los misioneros, los del grupo de los Doce, sienten el peso de ir a contracorriente de la institución farisea y de los usos de una práctica religiosa que están abandonando. Quizás sienten temporalmente desalentador el horizonte de su misión, y por eso piden el aumento de fe; ellos piden mucha fe, Jesús rechaza su petición y, en su lugar, les propone poca fe, pero auténtica.

 

Y es que la fe como adhesión a Dios, a Jesús, es una disposición connatural nuestra, no se nos puede añadir desde fuera. Si es auténtica y ponemos de nuestra parte para que se desarrolle, irá creciendo poco a poco, igual que el grano de mostaza.

 

Podemos entender mejor esta idea si consideramos que la fe radica en nuestra realidad psíquica y se sitúa en el ámbito de nuestras vivencias y valores, tales como el amor, la amistad, la alegría, la esperanza, el miedo y la confianza en alguien.

 

Esta experiencia de la fe es, con mucho, superior al espíritu de la observancia religiosa de los fariseos; hace al hombre libre e inteligente para atreverse a cambiar un sicómoro ––en otros textos, una higuera––, que representa la institución judía, de lugar. Es decir, quien se atreva a vivir una fe auténtica será capaz de romper con cualquier sistema de injusticia y de modificar el paisaje social, ético y religioso de su entorno, a partir de la novedad del Evangelio de Jesús.

 

El escándalo, entonces, consiste en coartar la libertad de los pequeños, en llevarlos al desencanto, al escepticismo o a la indiferencia; a ellos, cuya esperanza no es otra que la de participar de los bienes de Dios.

 

Después de dos mil años de Jesús Palabra y Vida, ¿somos los pequeños, o del grupo de los Doce? ¡No nos dejemos escandalizar! Nuestra fe auténtica, hoy y siempre, puede seguir arrancando instituciones caducas.

 

Oración:

Señor Jesús, me alegro de descubrir que mi fe no es superficial ni rigorista; que no está contaminada de un espíritu de observancia y de rigor parecido al de los fariseos, sino que se basa más bien en una búsqueda, con ansias de madurar. Ayúdame a practicar una fe viva y operante, pero de manera trascendente; enséñame la forma concreta de arrancar sicómoros; y luego, que pueda distinguir el modo en que mis actos, nacidos de la fe, han modificado mi entorno.

 

Permite que junto con mi familia superemos cualquier espíritu contrario a tu proyecto, y que nunca escandalicemos a nadie, menos con detrimento de su vida espiritual. Amén.

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