Miércoles 6 Mayo

Juan 12, 44-50

 

~ Yo, la luz, he venido al mundo

para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas ~

 

Jesús ha ofrecido a Israel la alternativa de liberación. Pero ha sido rechazado. Ahora ofrece la última oportunidad a cuantos quieran salir de la frustración, del fracaso y de la opresión. Resulta, casi ridículo, que en la propia elección, el hombre rechace su ofrecimiento de vida, prefiriendo la muerte.

Si escuchamos bien a Jesús, nos daremos cuenta de que Él no inventó una religión a su persona, sino que unió la necesidad de todos los hombres en la persona de Dios Padre. Nos deja claro que su origen es divino y por lo mismo, en su mensaje, está el secreto de la salvación. Él es imagen del Padre.

Las Palabras de Jesús, su luz, la podemos tomar para ser libres, para trascender los condicionamientos de tipo ideológico y encontrar una inteligencia mayor sobre nuestra vida social y personal; y sobre nuestro futuro en Dios. Conocemos la historia: Jesús ha confirmado el don de su persona y lo trascendente de sus Palabras y acciones, en la cruz. Jesús ha hablado así, en el último día, con el don de su persona; y quien no le ha creído o seguido, ese mismo se ha juzgado, se ha medido con el misterio de salvación que tenía preparado para todos, y se ha condenado.

Si nosotros hemos conocido la prueba de su amor. No tenemos excusa para rechazarlo. O ¿Habrá alguna persona en nuestra historia personal, que nos ofrezca algo más grande que lo que nos ofrece Jesús?

El Evangelio que hemos escuchado hoy, nos habla de nuestra última oportunidad. Sigamos a Jesús, su Luz y sus Palabras y descubriremos que no tienen fondo, que es la manera en que Él nos dilata llevándonos por un universo inmenso de conocimiento, de certeza, de libertad y de amor.

 

Oración:

Señor Jesús, permíteme caminar en tu luz. Ayúdame a librar la batalla de todos los días contra la incredulidad y la ideología del bienestar. Que aproveche bien mi última oportunidad. Enséñame la disciplina de mi espíritu, para seguirte con fidelidad en la oración personal y litúrgica; que me entretenga en alimentarme de la meditación de tu Palabra y de la Eucaristía. Que mi corazón se eleve, no por vanidad alguna, sino por la experiencia de ti y de tu amor.

Permite que junto con los míos en casa, avancemos en el seguimiento de tu persona, que alcancemos el conocimiento oportuno a nuestras capacidades, para vivir de Ti. Amén.

 

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