Sábado 29 Mayo
Marcos 11, 27-33
~ Volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas
y los ancianos, y le preguntaron:
¿Con qué autoridad haces esto? ~
Jesús inhibe a los dirigentes del pueblo. Asistimos aquí a un encuentro de autoridades, la de Jesús y la de ellos. Preguntando: ¿Con qué autoridad haces esto? y ¿Quién te dio la autoridad para actuar así? lo instan a presentar sus credenciales, un documento que acredite que puede intervenir en la vida pública y religiosa del pueblo. Desean llevarlo al terreno de lo jurídico. Jesús los vuelve al terreno de la fe, los llena de miedo remitiéndolos al bautismo de Juan; quien tampoco tenía credenciales —A quien también tuvieron miedo, porque todo mundo pensaba que Juan había sido en verdad un profeta—. Y así, los deja inseguros de su autoridad oficial, sin responder a la mala fe.
Veamos que la única autoridad que Jesús desea reconocer es la de la verdad y la sinceridad, sin la cual no se puede acceder a su Reinado. Y como estos se conducían con doblez y engaño, Jesús decide no responderles y cuestionar así, el fundamento de su autoridad oficial. Si lo recordamos, tampoco en otros momentos responde Jesús a los engañosos: como en el tribunal de Caifás ni ante Herodes ni ante Pilato; de igual forma cuando es cuestionado sobre el tributo al Cesar o ante los lapidarios de la mujer adúltera. Y es que parece que Jesús defiende así su dignidad, con el silencio, dejando a sus inquisidores en la inestabilidad y la incertidumbre.
Es posible que en ocasiones nos perdamos construyendo nuestra vida y seguridades sobre las ideologías del dominio, el poder, el éxito y el dinero. Mejor obremos con autoridad, al modo de Jesús; esa autoridad que nace de hacer la voluntad de Dios, su amor y misericordia.
Oración:
Señor Jesús, No nos dejes como a tus adversarios, en la inseguridad y el miedo. Haz posible que en nuestro hogar y en nuestro servicio hacia los demás vivamos de la autoridad moral que nos da el seguirte, el ser sensibles al sufrimiento y a las alegrías de nuestros hermanos, amén.