Martes Santo 12 Abril
Juan 13, 21-33.36-38
~ “En verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me entregará” ~
Jesús ha puesto en el centro su amor. Si apenas les había mostrado, en el lavatorio de los pies, que el amor consiste en el servicio que logra la libertad y la dignidad de todos al superar las distancias categoriales, en este momento de la Cena, a través del anuncio de la traición, deja en total libertad a Judas, ofertándole su amor incondicional hasta el final.
Se trata de un amor que gravita agigantándose en su ofrecimiento, para Judas y para todos.
La decisión del discípulo traidor aparece incomprensible para el evangelista. Cuando Jesús le dio el bocado, le refrendó la gratuidad de su amor. Sin embargo, Judas no lo recibe, no asimila a Jesús. En opinión de Juan el evangelista, Judas entró en un domino del que no era dueño. Se hizo esclavo de la pretensión, no escogió el “yugo ligero” de Cristo que le diera libertad, sino la ideología del poder que lo esclavizó y lo perdió.
Nosotros hoy podemos incursionar en el proceso psicológico de Judas. Afirmemos que sí tuvo un destello de luz del ofrecimiento de Jesús. Dio un primer paso de conversión al regresar las monedas y al tratar de salvar a Jesús, pero fue demasiado tarde.
En su muerte de desesperación, su alma conservaba todo lo puro y grande que había recibido de Jesús. Sin embargo, se perdió. ¿En qué le falló su regreso a Dios? ¿En qué falló su proceso de conversión? Es abusivo dar una respuesta porque antes, como ahora, el suicidio es un misterio. Con todo y eso, podemos intentar esta explicación: no creyó bien a bien en el perdón, o no se perdonó bien a bien, a sí mismo. En el fondo, traicionó el amor de Jesús y el suyo propio.
¿Cómo hacemos hoy nosotros para no traicionarnos?
Oración:
Señor Jesús, me estremece pensar que he tenido tu amor incondicional, y que un día pueda traicionarlo. En las horas más nebulosas de mi fe, ayúdame a no negarte.
Que junto con mi familia tomemos ese bocado que nos asimila a ti y te sigamos hasta el final. Amén.