Jueves 10 Octubre

Lucas 11, 5-13

~ ¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! ~

 

Jesús va más allá respondiendo a la petición de sus discípulos: enséñanos a orar. A través de esta parábola, los lleva a comprender la oración de petición. En otros momentos les enseñará la oración de alabanza y de acción de gracias, como en la montaña y en la última cena.

Nosotros estamos muy inclinados a orar pidiendo, en detrimento de otras formas de oración. No obstante, nos hace falta aprender a pedir. A partir de la parábola que hemos escuchado, entendemos que Dios, además de Padre, es un amigo. Los contemplativos de todos los tiempos han experimentado de ese modo a Dios: como un amigo que no los dejará sin escuchar. Así Abraham, en una oración confiada; y Teresa de Ávila cuando invitaba a sus hermanas de comunidad a esforzarse por pedir la petición a Dios: “¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos al Todopoderoso?”.

La petición insistente parece monótona, aburrida o sin respuesta. Sin embargo, la constancia de nuestras peticiones consigue su objetivo; además de que seremos escuchados por el amigo de adentro, Dios, nuestra petición repetida nos capacita para valorar, entender y recibir el don. Tomemos en cuenta que es el incomparable don del Padre ––don por excelencia, acompañado de su Espíritu de amor–– que nos comunica no solo lo que necesitamos, sino infinidad de claridades espirituales y la más sentida comunicación divina.

¡Toquémosle al dueño de la casa! Pero con insistencia, y al mismo tiempo, meditemos: ¿qué es en realidad lo que estamos pidiendo?

Oración:

Señor Jesús, enséñame a orar con insistencia. Nunca permitas que me sienta completo, sin necesidad de Dios, de su proyecto y de su amor. Haz que me duela la extrema pobreza de mis hermanos, la carencia de amor en las familias, los sentimientos de odio y rencor, la violencia, el desorden y todo aquello que echa por tierra el valor superior de fraternidad y el sentido de familia en nuestra sociedad, en el trabajo y en nuestro hogar.

Permite que junto con los míos, en casa, hagamos una oración cotidiana nacida de nuestras necesidades y de las de nuestros hermanos más necesitados; que nunca nos cansemos de pedir, especialmente si aquello que pedimos es para otros, los que han venido de visita, porque necesitan no solo de nuestro pan, sino de nuestra amistad, amor y de nuestra relación contigo, que eres el mejor amigo y que siempre escuchas. Amén.

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