Sábado 28 Septiembre
Lucas 9, 43-45
~ No lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto ~
Jesús, para evitar el deseo de triunfo en sus discípulos, les recuerda el destino de quien, llevado por el Espíritu de Dios, se dedica a liberar a los oprimidos: será entregado en manos de los hombres. Y esto que dice de sí mismo se aplica a quienes se atrevan a seguirlo.
Los discípulos no solo no han comprendido desde el primer anuncio de su pasión, sino que se niegan a comprender: su corazón está cerrado, y lo más seguro es que tampoco les convenga preguntar. Reconocen que Jesús no cabe en ninguna de las categorías proféticas o mesiánicas entonces conocidas; que Él era mucho más que uno de los profetas. Esto lo fueron descubriendo, sobre todo, a partir del sermón del monte, a través de sus milagros, el poder de perdonar pecados y su modo de actualizar las tradiciones de la Ley. Lo pudieron descubrir como un profeta distinto y único que, al igual que Moisés, hablaba con Dios cara a cara, en una relación de amistad y de filiación. No podría no ser el Mesías, pero… ¿qué tipo de Mesías? Uno que no viene como encargado de Dios, sino como Dios mismo, en el que las expectativas mesiánicas se cumplen, pero de forma sorprendente, misteriosa y diferente de la que esperaban e imaginaban. Por eso los discípulos están perplejos, no comprenden y temen preguntarle.
Es probable que nosotros, a semejanza de los discípulos, en nuestro itinerario espiritual, no alcancemos a seguir con toda claridad a Jesús; no obstante, también igual que los discípulos, hemos vivido momentos significativos mientras seguimos a Jesús; momentos en los que atónitos, pero seguros, decimos: Este es Dios mismo.
Atrevámonos a seguirlo, y a pesar de que en muchas ocasiones tengamos miedo de preguntarle por lo que sigue en nuestra vida, mientras vamos con él por el camino, intimemos, confiemos, consultémosle cuanto nos plazca; al final, nuestra relación será perfecta, lo descubriremos sublime como hombre y adorable como Dios; y estaremos dispuestos, como los primeros, a dar testimonio de Él.
Oración:
Señor Jesús, aunque a veces me da miedo seguirte y todavía me escandaliza tu cruz, deseo avanzar en la comprensión de este misterio. Ayúdame a descubrir el valor salvífico de tu cruz y a traducir tu amor en amor de amistad.
Permite que los de mi casa conformemos un grupo de seguidores bien dispuesto a vivir la ventura de tu entrega por nosotros. Que seamos fieles por más que en ciertas oportunidades nos parezca que te perdemos. Que permanezcamos junto a tu sepulcro y te acompañemos en la resurrección. Amén.