Probemos la identidad
Domingo 5 Abril Domingo de Ramos
Mateo 26, 14-27, 66
La entrada de Jesús en Jerusalén el “Domingo de Ramos”, está cargada de signos que nos ayudan a entender quién es Jesús y cuál es su determinación. Él se probó aquel día, manteniéndose claro en su condición de siervo y señor.
Quienes lo recibieron fueron sus discípulos y la multitud que había escuchado su buena fama. Esta gente del pueblo buscaba un líder político que acabara con su opresión. Mateo ha escrito que la ciudad se conmovió, al estilo de un temblor, ahora no de tierra sino de personas, para decirnos que el pueblo esperaba un acontecimiento grande.
Si nos introducimos bien en la escena, descubriremos que aquí se abre de par en par la puerta de ingreso al misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús; se abre para que nosotros nos introduzcamos junto a quienes acompañaron a Jesús.
Nosotros también tenderemos nuestros mantos al paso de nuestro Maestro y Señor. Pero con una intensión distinta de quienes querían proclamarlo líder político o social. Extenderemos nuestros mantos para entrar en la Jerusalén de nuestro tiempo, igual que quienes lo hicieron en tiempo de Jesús. Pero nos probaremos en la propia identidad como seguidores no del rey de Israel, sino del Mesías Hijo de Dios.
Distingamos estos dos grandes grupos a la entrada de la ciudad santa: el grupo de los necios, los que esperan un rey guerrero que sometería a todos con violencia y derrocaría al poder instituido.(Nosotros no pertenecemos a este grupo) Y el grupo de amigos de Jesús, el de sus verdaderos seguidores. El grupo que empieza a entender el camino humilde de Jesús, siervo que da la vida.
Si Jesús entra en un borrico es porque no pretende grandezas. No viene como hijo de David, es decir como rey triunfador y violento, sino como Hijo de Dios que entrega su vida.
Pero, ¿cómo mantenerse firmes en la identidad de Jesús Mesías, siervo que da su vida, cuando nos atrae la gloria y la ambición de poder?
Intentemos tres actitudes:
Mantengamos nuestra identidad de hijos de Dios
En los momentos más críticos de nuestra existencia, no existe algo más importante que esta condición vital. Jesús se mantuvo durante la acusación, el proceso y la condena. Pudiendo dar marcha atrás y aceptar una posición cómoda, mantuvo su identidad y su determinación.
Cierto que nosotros no somos Jesús, pero somos “alter christus”/otros cristos. Para mantener nuestra identidad de Hijos de Dios, podemos hacer un camino cercano al de Jesús, aceptar la propia cruz, y la condena. Al final confirmaremos que no estábamos hechos para dominar sino para darnos, igual que Jesús.