Miércoles 24 Julio
Mateo 13, 1-9
Anexo: Santiago Apóstol
~ El resto de los granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento: otros, sesenta: otros, treinta ~
En el presente capítulo trece del Evangelio de Mateo, tenemos siete parábolas de Jesús, la primera de las cuales, “la del sembrador”, se discurre en tres secciones. Hemos leído la primera: la proclamación.
Jesús sale de casa acompañado del círculo de los discípulos y se ubica sobre una barca, entre Israel y los paganos. La parábola del sembrador, en boca suya, intenta explicar por qué, a pesar de su ministerio, ha sido rechazado por los jefes religiosos de Israel. Ellos no son un terreno fértil para la Palabra de Dios, o están cerrados a toda posibilidad.
Por ahora Jesús está fuera de la estructura oficial, y prefiere, ya no enseñar en las sinagogas, sino aquí, al aire libre y de forma itinerante.
Los discípulos debieron entender que, en la misión a la cual Jesús los envía, la Palabra/semilla y su destino final termina siendo más importante que el sembrador y que el destinatario. No constituye un problema que parte de la semilla se pierda. El sembrador no ha de permitir el desaliento, porque sabe que parte de la semilla está destinada a caer en “tierra buena”, es decir, en corazones dispuestos y fértiles que acogerán la palabra, la madurarán y darán fruto.
La tierra es el corazón del ser humano, de manera especial, el corazón de los que más necesitan. De los que se encuentran confundidos, desorientados o sin esperanza.
Pensemos que quien siembra en nuestros corazones, más que quienes nos dedicamos al ministerio profético, ya seamos consagrados o laicos, es Jesús, es siempre y solo Él. Y esto mismo ya es una Buena Noticia que nos alegra y nos comunica esperanza.
¿En cuál de los distintos terrenos de mi persona está cayendo la Palabra de Dios?
Oración:
Señor Jesús, me alegra mucho saber que tienes semillas para mí; me doy cuenta de que en lo cotidiano de mi vida, hay muchas semillas tuyas que he dejado al aire, no las he bajado a mi corazón, las tengo flotando porque no me quiero implicar. Ayúdame a dejarte sembrar mi terreno, remueve mi barro interior para que se oxigene, y siembra tu Palabra para que yo la acoja, la madure y dé mucho fruto.
Permite que junto con los míos, busquemos la forma de que siembres nuestros campos. Amén.