Que No Nos Quedemos Con La Duda…
Jueves 23 Septiembre
Lucas 9, 7-9
~ ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas? ~
El desconcierto de Herodes sobre la identidad de Jesús, a más de venir de sus categorías temporales, asociándolo con personajes del pasado, le viene de no descubrir la novedad que Jesús trae consigo.
Cuando partimos de presupuestos u opiniones meramente históricas y cientistas, sin asumir que a Jesús se lo alcanza mejor desde el misterio y la total novedad de su persona, caemos en minimizarlo o caricaturizarlo. No es que estas aproximaciones carezcan de valor; sin embargo, nada suple conocer a Jesús en persona, desde sí mismo, desde su ser único. Esto nos enseña que no podemos incluir a Jesús en las categorías naturales de cualquier persona.
¿Para qué desea Herodes ver a Jesús? Es probable que para constatar que en él no pervive la persona del Bautista, a quien terminó con la ejecución. En cierto sentido, Herodes siente que no ha terminado con la semilla libertaria de Juan, y que en boca de Jesús podría arder como un campo agostado. Si Jesús no es Juan y está actuando lo que Juan anunció, algo no le daba buena espina.
Herodes tendrá oportunidad de conocer a Jesús en persona durante el proceso de la pasión, cuando Pilato, al enterarse de que el reo era Galileo, se lo remita. Si recordamos esa escena, entenderemos bastante bien que el tetrarca nunca superó los condicionamientos culturales y anquilosados de la tradición judía y romana, que lo invalidaron para conocer la verdadera naturaleza de Jesús. En ocasiones pareció que daría cualquier cosa por conocerlo y, sin embargo, satisfizo su conciencia, esperando que realizara algún portento mientras lo llenaba de preguntas, lo cual no sucedió. Herodes lo despreció burlándose de Jesús cuando a su última pregunta: “¿Y qué es la verdad?”, Jesús no contestó nada; es paradójico que aquel gobernante dominador se quedara con la duda.
Si en algún momento de nuestra vida nos encontramos así, perplejos al modo de Herodes, no nos quedemos con la duda: descubramos la novedad de Jesús, abramos nuestro entendimiento a nuevas formas de conocimiento de Dios, y encontremos a Jesús persona a persona.
Oración:
Señor Jesús, igual que Herodes, oigo muchas cosas de ti. Desde niño he deseado la certeza de encontrarte en persona, no al modo ordinario de encontrarme con mis hermanos, sino a través de las mediaciones que tú quieras descubrirme. Déjame sentirte tan vivo y presente como hace dos mil años lo hacían tus primeros discípulos. Ayúdame a descubrirte profundamente humano y naturalmente divino.
Permite que en casa, con los míos, vivamos sin desconcierto respecto de tu persona. Que sepamos acompañarte en los diferentes momentos de la nueva vida pública que pasas en nuestros hermanos más descreídos y en los más vulnerables. Amén.