Viernes 21 Agosto
Mateo 22, 34-40
~ De estos dos mandamientos
penden la Ley entera y los Profetas ~
La polémica que leemos hoy entre Jesús y los fariseos nos anima a seguir sosteniendo nuestra religión, no desde la norma y sus interpretaciones, sino desde el amor. Es el amor lo que da sentido y consistencia a la observancia legal, y no al revés. En el amor descansa el espíritu que alienta toda ley.
Parece que Jesús se anticipó a la intención y pensamientos de los fariseos cuando le pusieron esta pregunta de prueba. Jesús sabía que en Israel, por lo general, representantes y pueblo consideraban a la observancia del sábado como el mandamiento más importante —34-36—. Por lo mismo les responde remitiéndolos a textos de la Escritura que eran bien conocidos por los fariseos. Para el mandamiento del amor a Dios, cita el “Shemá” —Escucha, Israel…—, que ellos recitaban cada mañana y tarde como plegaria —Dt 6,4—; y para el mandamiento del amor al prójimo, les recuerda el texto de Levítico —19,18—, con la novedad de aplicarlo no solo al “prójimo”, entendido como el pariente o el que pertenecía al Pueblo de Israel, sino extendido a todo hombre y nación de la nación que fuere.
La novedad de Jesús respecto del mandamiento principal debió de consistir en cuestionar y desarticular las prácticas enmarañadas de normas legales y discusiones sutiles de los fariseos. Tanto como para hacerlos sentir superados.
En el centro de la enseñanza de Jesús tenemos el amor a Dios y al hermano como esencia de la ley de Dios. Si cualquiera de nosotros se descubre en parte como nuevo fariseo, es decir, vive su religión a través de prácticas meramente ritualistas y con temor de fallar, la propuesta de Jesús debe modificar nuestra relación con Dios y con los demás. Nuestra religión, ahora más que nunca, ha de ser la religión del amor, no la religión de la ley.
Los dos mandamientos en los que Jesús sintetiza la Ley y los Profetas son inseparables: quienes estamos dispuestos a dar nuestra adhesión a Dios debemos asegurarnos de actuar como Él, que es el gran bienhechor del ser humano. O, dicho de otra forma, debemos amar a los demás con amor de caridad.
Oración:
Señor Jesús, gracias por recordarme que si la forma en que vivo mi religión no me ayuda a ser más humano, a amar y servir, algo no anda bien. Ayúdame a vivir la religión de amor, a ser menos juicioso y más comprensivo con mis semejantes, a vivir libre de leyes que quizás tú nunca dictaste.
Permite que en casa, con los míos, experimentemos el gozo de nuestra fe y practiquemos la religión del amor de manera cotidiana. Amén.