Martes 13 Agosto

Mateo 18, 1-5. 10,12-14

~ Sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre ~

 

El mayor en el Reino de los Cielos es el que sirve, al estilo de un pequeño criadillo en una comunidad o en una familia extendida. Esos niños, incluso sin padre o madre, a quienes la familia patriarcal ahijaba, y del mismo modo, una comunidad. Este tipo de niños-sirvientes llegan a hacer tan propia la causa familiar, que están dispuestos a dar más que los propios hijos en favor de los demás. Renuncian a toda ambición personal (cfr. 5,3; 16,24) con tal de servir y de ocupar un lugar.

Como podemos ver, la grandeza en el Reino de Jesús no se juzga por los criterios de la sociedad. El más grande no es el que manda, sino el que sirve.

Nosotros, como nuevos discípulos, sintámonos invitados, por medio del presente Evangelio, a reflejar la imagen de estos niños. Que el criadillo, chiquillo-servidor que propone Jesús, sea nuestro modelo. Que adoptemos esta actitud en la misión. Si logramos recoger la causa de Jesús, igual que un pequeño servidor lleva como propia la causa de la familia-comunidad a la que pertenece, nuestra presencia en cualquier lugar tendrá cabida; y el rostro de Jesús, que llevamos dentro, resplandecerá apetecible como un tesoro recién descubierto.

Jesús nos invita, además, a tener solicitud por los pequeños. La alegría de recuperar a uno de estos que se ha perdido es grande, no solo porque su ausencia hubiera dejado un vacío de servicio o de amor en la casa-comunidad, sino también porque a quien nos ha servido así, gratuita y desinteresadamente, siempre le estamos en deuda. Desde este aspecto, nuestra responsabilidad sobre ellos ante el Padre de todos nos demanda ir en su busca y experimentar el regalo del encuentro.

Los pequeños, entonces, son un don precioso. Si buscamos parecernos a ellos, lograremos una intimidad con Dios.

¡Seamos de los grandes, no de los que mandan, sino de los que sirven!

Oración:

Señor Jesús, me fascina la imagen de este niño que hoy pones en el centro. Mi corazón tembló cuando escuché tu Evangelio. Creo que en el mundo nunca haremos lo suficiente para invertir la escala de valores; nunca lo necesario u oportuno como para cambiar la mentalidad e ideología que ponderan el valor de los que mandan y no de los que sirven; esa mentalidad que margina a tantas personitas niños y adultos, vulnerables y fragmentados, que lo único que desean es ocupar un lugar en nuestra sociedad y trabajar por que no se pierda el principio de humanidad, de respeto a la vida y de dignidad. Y aunque todo lo que se haga por revertir la pretensión del dominio parezca insuficiente, a nivel individual y familiar sí podemos vivir la categoría del servicio y el valor supremo de confiar en Dios como un humilde y pobre de espíritu lo hace.

Permite que en mi familia nadie quiera ser el mayor en el sentido de rango, mas sí en el servicio. Que vivamos una historia familiar y de comunidad abierta a esas pequeñas personas que hacen la diferencia entre la ley de la selva y el paraíso que todos queremos. Amén.

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