Domingo 17 de Enero
Mateo 4, 12-17. 23-25
~ El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz;
a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido. ~
A partir de ahora y hasta el día doce de enero, los evangelios nos muestran a Jesús como rey y Señor. En griego es epifanía: manifestación de lo alto. Hoy se nos manifiesta como luz para todos los pueblos. Jesús, en este inicio de su ministerio profético, supera las fronteras de Israel, para predicar a todas las naciones. Ya no solo desde el desierto (como Juan), sino en medio de la sociedad.
En la perspectiva de Jesús: cada hombre y cada pueblo necesita el evangelio de la verdad.
La profecía de Isaías que escuchamos en este texto, vuelve a tocar nuestra sensibilidad y necesidad de liberación. Nos induce a creer que saldremos de las tinieblas a la luz; es decir, de la muerte a la vida. Pero es necesaria una conversión visible, que nos lleve de las palabras a las obras.
Igual que los que vieron a Jesús hace dos mil años, nosotros podemos contemplar su rostro humano, a través del cual Dios quiere encontrarse con cada hombre y cada mujer para hacernos entrar en su comunión de amor.
La única conversión posible aquí, es la que nace del amor a Cristo y de una relación personal y cotidiana con Él. Es posible que nuestra conversión visible nos lleve a recorrer las calles de nuestro universo personal, familiar y laboral anunciando el gozo y la alegría de creer y amar en Jesús. Esto urge, si tomamos en cuenta que hoy, como entonces, muchos viven en tinieblas y ansían un rayo de luz.
¡Seamos luz!
¿Cuáles son nuestras tinieblas hoy?
¿Cuáles son nuestras luces?
¿Qué tan visible quiero hacer mi conversión?
Oración:
Señor Jesús, que nunca pierda la sensibilidad para verte en los más agobiados. Que tu rostro humano nos atraiga en familia para amar a los enfermos y oprimidos. Que nuestra luz se note en obras concretas de liberación por nosotros y por los demás. Amén.